"La ausencia del Estado perjudicó a muchos jóvenes que hoy tienen entre 18 y 29 años"
El secretario de Prácticas Socio-Comunitarias provincial observa con preocupación "el aumento de la violencia vinculada al narcotráfico, tanto en Santa Fe como en Rosario". Lo atribuye a "la larga ausencia estatal" en los barrios populares durante los gobiernos del Frente Progresista. Reconoce en cambio "el trabajo iniciado durante la pandemia para recomponer los vínculos en muchos barrios", y señala la necesidad de "una refuncionalización social de los destacamentos polciales".
Gustavo Schnidrig
Ignacio Martínez Kerz resalta el "enorme trabajo de articulación" realizado por el gobierno de Omar Perotti durante la pandemia, para acompañar la "gran" campaña de vacunación "pese a haber recibido una provincia con muchos años de ausencia estatal en el territorio". "Recuperamos el Iturraspe Viejo", señala como ejemplo.
Realiza serias críticas a los gobiernos provinciales del Frente Progresista por "convertir" los destacamentos policiales "en meras sedes administrativas", a la vez que pondera el "enorme" trabajo realizado bajo su gestión para "recuperar la función social" de las fuerzas. "Hace pocos días refuncionalizamos el destacamento sur", grafica.
Sostiene que la administración de Mario Barletta "desarticuló" muchas sedes vecinales, al tiempo que narra cómo lograron "recomponer muchos vínculos barriales con una intervención profunda junto a las organizaciones sociales y mediante programas como el Plan Incluir". "Camino Viejo a Esperanza fue recuperada por iniciativa nuestra", recuerda.
"El gran tema a resolver es la violencia tanto en Santa Fe como en Rosario", reconoce por último el secretario provincial de Prácticas Socio-Comunitarias.
—¿Cómo evalúa a la gestión Perotti en materia social y comunitaria?
—Nos tocó asumir después de un largo periodo de gobierno del Frente Progresisra. Ni bien asumimos nos encontramos con algunas situaciones que son de público conocimiento: un contexto nacional desfavorable en materia económica y una provincia que prácticamente no podía pagar sueldos ni aguinaldos. También padecimos otras situaciones que ya venían desde hace tiempo, como el anclaje de las situaciones de violencia a partir del narcotráfico y un sistema carcelario arrasado. Es decir, recibimos una provincia con alta tasa de violencia y muchos años de ausencia estatal en el territorio. Los pibes que hoy tienen 17 y 18 años son los que tenían 8, 9 o 10 años cuando asumió el gobierno anterior, y son el sector que más padece la violencia.
En un escenario así de difícil, el gobernador Omar Perotti armó un gabinete que mezcló personas con experiencia y gente joven con alguna trayectoria. Se empezó a mover la rueda para tratar de equilibrar las finanzas y en marzo sobrevino la pandemia. Nos tocó transitar más de un año y medio enfocados en esa problemática, con una situación de cierre total que agravó un montón de situaciones. La parte sanitaria se vio muy afectada, pero la consecuencia inmediata fue la profundización de la crisis social arrastrada por políticas nacionales equivocadas y una situación heredada en la provincia y en materia de finanzas. No obstante, se logró acomodar la provincia y la economía para que Santa Fe siga siendo el motor productivo de la Argentina.
—¿Dónde cree que más se nota este "acomodo" del que hablas?
—Durante la pandemia, si bien la locomotora del tren estuvo a cargo del Ministerio de Salud, se logró trabajar de manera transversal con todos los ministerios. En mi caso, en Desarrollo Social nos encargamos tanto del norte como del sur. A mí me tocó la región centro-norte. Nos encargamos de la parte logística, desde los montajes de los vacunatorios hasta los circuitos de tránsito, la atención de la gente y la colocación de la vacuna. Se trabajó sin descanso y articulando con organizaciones sociales y distintos actores de los barrios. Se logró una maquinaria interministerial que dio una respuesta eficaz y rápida para reforzar la gestión de las vacunas. Santa Fe fue además el primer lugar de Argentina que inoculó a las personas mayores desde su auto.
Debe recordarse que los adultos mayores sufrieron la primera etapa de vacunación. Fue la más difícil, cuando había pocas vacunas y muchísimo miedo porque todo era nuevo y no había información. Quienes analizan la vida pública no deben olvidarse de todo esto.
—¿Cuál fue el rol de tu área durante la pandemia?
—El Ministerio de Desarrollo Social no tuvo solamente a cargo la logística para acompañar la vacunación. Al mismo tiempo debimos garantizar la contención social porque muchas cadenas de suministro quedaron cortadas o absolutamente resentidas. Había prohibición de tránsito y hacerse de los alimentos físicos era todo un desafío de gestión. Pero logramos un hecho inédito, que fue la distribución de recursos casa por casa en 80 barrios de la ciudad. No estoy hablando de la superficie total, claro, sino de los sectores más vulnerables de Guadalupe oeste, por ejemplo, o de Coronel Dorrego. Muchos trabajadores terminaron de caerse económicamente y la decisión del gobernador Omar Perotti fue la de asistir alimentariamente y puerta a puerta.
Hubo también mucha gente valiente, principalmente de organizaciones sociales nucleadas en la UTEP, de las parroquias y de los templos evangélicos que se involucraron en conjunto para acompañar la logística que armamos junto al Ejército Argentino. Eran operativos para barrer los barrios y brindar asistencia en todas las zonas, con todos los cuidados. Fue una operación quirúrgica que permitió asistir a las personas aisladas y también se montaron los centros de aislamiento con camas "leves".
—¿Podés hablar un poco más sobre las articulaciones con distintos sectores de la sociedad civil?
—Se articuló con todo el mundo. La idea era no dejar a nadie por fuera porque se venía hablando de la importancia de que la pandemia sirva para atender las urgencias y tender puentes. Incluso recuperamos a muchas entidades vecinales, una figura muy útil que durante el gobierno de (el exintendente Mario) Barletta se combatió. Volvimos a reconstruir los puntos de encuentro: los vecinos y organizaciones se fueron organizando de otras maneras, viendo la importancia de vincularse y armar redes para potenciarlos.
Mucho de ese trabajo sigue en pie, por supuesto, pero hoy tampoco se observa una situación fácil. Se logró una contención importante aunque sin dudas el gran tema a resolver es la violencia tanto en Santa Fe como en Rosario.
—¿Qué le preocupa en ese sentido?
—La violencia que veo como más grave está influida por el narcotráfico, y preocupa que se siga trasladando. Por eso es importante abordarla seriamente desde lo social. Santa Fe es una ciudad grande y comprende áreas metropolitanas importantes de más de un millón de personas. Tiene impacto en ciudades como Rincón, Santo Tomé o Paraná (atravesada por el corredor bioceánico), incluso en Rafaela o Esperanza. Y tiene asiento en rutas importantes como la 168, la 9, la 11 o la 1, además de la autovía. Son cuestiones a tener en cuenta para abordar la seguridad en materia delictiva.
La ausencia del Estado perjudicó a muchos jóvenes que hoy tienen entre 18 y 29 años y que no tuvieron un Estado presente cuando tenían 10 u 11 y lo necesitaban. Si se hubiese reconstruido el tejido social durante todo ese tiempo, esos chicos hoy tendrían otras opciones. Por eso celebramos la reinauguración de un destacamento abandonado en el sur de la ciudad. Es importante la presencia policial para generar puntos de encuentro. Por eso es necesario reflexiónar sobre la función social de los destacamentos. Una buena reconfiguración puede generar, por ejemplo, polos deportivos importantes. En el caso del destacamento sur, se observa con el crecimiento de la práctica del hockey.
La presencia de esos destacamentos, desde un abordaje territorial, nos permite devolverles la función social a la policía, porque habían quedado reducidas a meras casas administrativas. El trabajo policiaco va a ser más eficiente. Así lo entendemos y también lo señalan los vecinos. Se puede mencionar además el caso de la Octava, que abarca una población de más de 30.000 personas pero que podríamos reducir a la mitad si recuperamos su subcomisaría.
—¿Qué otros actores pisan hoy los barrios populares?
—La pandemia nos permitió acumular una experiencia muy interesante de trabajo con organizaciones sociales, vecinales y otros actores de la sociedad civil que estuvieron 'al pie del cañón' durante y después de la cuarentena.
Las parroquias y los templos evangélicos también fueron de vital importancia, sobre todo en el abordaje de los consumos problemáticos, al igual que las vecinales.
Son espacios que manejan mucha información y con los que resulta necesario coordinar acciones desde un punto de vista distinto. O sea: promover la realización social en las parroquias, en los templos evangélicos, en Cáritas y hasta en los merenderos o vecinales.
—¿Cuál es la preocupación más recurrente que plantean sus vecinos?
—Sin duda la inseguridad. La preocupación de no poder ir a tomarse un colectivo tranquilos. Es el desafío más grande de nuestra gestión. Y bueno, se han tomando decisiones para mejorar en ese sentido.
—¿Como cuáles?
—Desde mi órbita específica de acción, puedo mencionar la revalorización de una amplia zona que supuso la recuperación del viejo hospital Iturraspe. Se lograron 90 camas que hicimos funcionar en plena pandemia. Pero además revalorizamos muchos centros de salud, que facilitaron las intervenciones o abordajes integrales en los barrios.
Logramos tejer redes con los vecinos y pusimos en marcha una rueda de trabajo comunitario a partir de su articulación con programas como el Potenciar Trabajo.
—¿Cómo se viene aplicando el Potenciar Trabajo y demás programas nacionales en Santa Fe?
—Tienen distintas unidades ejecutoras, la mayoría en manos de organizaciones sociales. Del Potenciar Trabajo nosotros manejamos una, la más pequeña. Y el modo de trabajar es vinculando la prestación del programa, por ejemplo y puntualmente, para juntar la mano de obra que recuperó el Viejo Iturraspe.
También lo utilizamos para mejorar los centros de salud y el abordaje en los barrios. Por ejemplo, Punta Norte no tiene vecinal pero sí un merendero y una parroquia. Entonces reunimos a esos actores y, en base a las solicitudes, se realizaron distintos trabajos de desmalezamiento, de juntar ramas, de recuperar los focos o de hacer transitables las calles... trabajos claves que hacen mucho a la seguridad.
Todas esa intervenciones se hacen codo a codo con las organizaciones sociales y demás actores de cada comunidad, para que los programas de empleo lo aprovechen esos mismos barrios. Buscamos a quienes tienen conocimiento o un mayor manejo de herramientas, pero también a jóvenes de entre 18 y 29 años, para ponerlos a trabajar. Durante los 10 o 15 días que dura cada operativo se da una especie de beca, donde se compromete además a seguir trabajando en el lugar. El resultado es que arrasamos cortando el pasto de la vereda, de los terrenos, embolsando las hojas de la calle. Además tratamos de reponer la mayor cantidad de luminarias y sanear las calles.
Pero está muy complicado el tema servicios en los barrios populares. Vemos muchas complicaciones y por eso insistimos en la necesidad de mayor articulación con el Municipio.
—¿Cómo observa el trabajo que se hizo sobre Camino Viejo a Esperanza?
—Soy autor del proyecto para sus obras. Juntamos mas de 3 mil firmas cuando era concejal, y logramos que la gestión de (José) Corral realizara el proyecto técnico además de declararlo en riesgo sanitario. Es un corredor que agrupa a 10 barrios de la ciudad y su situación era tan grave que se votó por unanimidad, incluido el socialismo que era gobierno.
El centro de salud de Las Lomas, que hoy está nuevo, es un claro ejemplo. En ese momento los chicos tenían enfermedades de la piel, parásitos, lectopirosis, dengue... ¿por qué? Por un zanjón a cielo abierto que, cuando logramos limpiarlo, tenía hasta chanchos tirados. Durante mi campaña para intendente fue la primera obra que prometimos. Y ni bien asumió, el gobernador Perotti consiguió la financiación de 300 millones para comenzar la obra.
Pudo iniciarse entonces los trabajos en Camino Viejo a Esperanza, de acuerdo a lo prometido. Y al mismo tiempo, a través del Plan Incluir, se hizo una parte muy importante de la conexión hidírica más importante de la ciudad. Se ensanchó y asfalto todo el camino de Beruti. Y desde Gorriti inició el entubado que incluirá bulevar, calle, luminaria, todo... El proyecto llega hasta Estado de Israel, que ya está listo. Entonces todo ese agua sale al Salado por la Bomba 5. También limpiamos y reperfilamos todo el zanjón.
Todo esto significa seguridad y eficiencia hídirica, además de calidad sanitaria. Parte de los desagues más importantes hacia el Salado están comtemplados en la obra, que beneficia a más de 100 mil personas de Cabal, Scarafia, Juventud del Norte, Acería, Estanislao López, Las Lomas, Santo Domingo, Los Troncos y Loyola Sur. También tiene mucha influencia de tránsito por su conexión con arterias importantes.
En toda esa zona metimos el primer operativo interministerial. Se hicieron millones de documentos y trámites de Anses. Logramos una baja en los índices delictivos, porque añadimos además un destacamento móvil. Reconstruimos al centro de salud y ahora estamos cambiando ranchos por casa, a través de un trabajo articulado con Los Sin Techo. También llevamos agua potable a Las Lomas y Santo Domingo...
—¿Qué queda pendiente?
—Falta llegar a Risso, donde hay un zanjón muy preocupante y que cuesta encarar.
—¿Cómo llega la gestión Perotti al 2023?
—Se avanzó mucho en salud y en el plano productivo. Logramos un buen trabajo de contención y tuvimos hasta ponderaciones internacionales por el manejo de la pandemia. Iniciamos obras en todo el territorio provincial, ya sea con obra pública de rutina o por el plan Incluir. La materia pendiente y el desafío en el que estamos trabajando y en el que ponemos el esfuerzo de todos los ministerios hoy es apuntalar el tema de seguridad.