Blanco: "Ya no hay grandes electores, y lo peor serían 4 años más de perottismo"
El diputado socialista analizó la coyuntura provincial en duros términos para con la gestión de Omar Perotti: "Fue y es un peronista conservador", dijo. Argumentó la alianza del socialismo a Juntos por el Cambio en pos de "un programa superador de gobierno porque las recetas vistas hasta aquí están agotadas". Lo que dejó el Frente Progresista, lo que le faltó, y lo que sigue hoy, según uno de los referentes de la política local.
El Partido Socialista mantiene expectativas de aglutinar el voto opositor dentro del proclamado “frente de frentes”, al decir de uno de sus actuales referentes, el diputado provincial Joaquín Blanco. Lo hace a caballo de un panorama de suma atomización, ante la falta de grandes electores, fallecido Miguel Lifschitz, y desgastado Omar Perotti, según analiza. Justifica la heterogeneidad de esa coalición y apela a ejemplos pasados. Así reclama el derecho a la “plasticidad ideológica” que le señala al peronismo, también para explicar la coalición opositora con la que su partido intentará volver a la Casa Gris en la próxima elección.
Muy duro con la gestión actual, recrimina a Perotti su estilo personalista y su desconocimiento de Rosario, la principal ciudad. También hizo lugar a la autocrítica y marcó una falla clave del Frente Progresista en materia de seguridad pública.
Sorprendió que, ante la hipótesis de un voto a presidente hoy, el socialista mencione a Facundo Manes, Juan Schiaretti y Gerardo Morales.
Lo que sigue es la charla con RosarioPlus.com.
—¿Qué evaluación hacés de la gestión Perotti?
—Es una decepción, para propios y extraños. Construyó un perfil basado en la capacidad de gestión por su experiencia de ministro y de intendente en Rafaela. Siempre le esquivó a las grandes definiciones políticas, y como legislador tuvo posiciones tibias, recordemos en el debate por la despenalización del aborto. Siempre trató de diferenciarse del gobierno nacional dentro del kirchnerismo. Y ese juego lo mantuvo siempre. Y su imagen de gestor la coronó en la campaña de Ramiro Agulla, de “la paz y el orden”, y tomó una épica vendiéndose como un supercandidato que tenía la solución a los problemas de Santa Fe. Alta expectativa y rápidamente fracasó. Nos damos cuenta al comparar con el gobierno de Miguel Lifschitz. Perotti y su desconocimiento de la provincia de Santa Fe, de Rosario sobre todo, muy profundo, sin entenderla, sin respirarla ni conocer sus actores principales. Un gran pecado original de Perotti es su desconocimiento de Rosario. Y otro es la falta de escala: Perotti asumió sin equipo y eso es central: tuvo que gestionar con lo viejo del obeidismo y reutemanismo, gente que fue joven en los 90 y que volvió a la gestión provincial creyendo que la provincia es la misma que en el 95 o 99. El mundo cambió vertiginosamente, una revolución tecnológica que acercó la gente a los políticos y los evalúa cada día, y la sociedad se volvió mucho más exigente con su clase dirigente, y el Frente Progresista levantó el piso de lo que se espera de un gobierno provincial.
—¿Cómo considerás que le juega la oposición a este gobierno. Algo de lo que se le cuestiona provienen de trabas en Legislatura
—Él comenzó tratando de instalar un parteaguas en la política. Que venía a cortar la connivencia de la política con el crimen organizado. Una mentira. Eligió ese relato de la grieta respecto del pasado para enfrentarse con Miguel Lifschitz que era el otro gran elector de la provincia y presidía la Cámara de Diputados. Y eso fue condimentado por Marcelo Sain. Más allá de su fracaso como ministro, creo que llegó y se dio cuenta de que había un vacío político muy grande y quiso llenarlo. Se convirtió en el ministro político de Perotti, le ponía la agenda política en su enfrentamiento con la oposición, con el Senado, con el gobierno nacional. Sain construyó parte del relato al que el perottismo adhirió en ese primer año. Eso contaminó la relación de origen. Recuerdo el debate sobre la ley de necesidad pública, concretamente pedía superpoderes y el manejo de recursos sin ningún control y autorización de endeudamiento. Ese debate se vinculó con la pandemia. Este gobierno no tuvo una agenda parlamentaria. No quiso tener una reforma constitucional, no quiso una ley de educación, tampoco una ley de salud. El debate de las leyes de Sain, seis meses.
—Eso sí propuso el Ejecutivo y la oposición no quiso debatirlas.
—Son los únicos proyectos que mandó a Diputados. Todos los otros entraron por el Senado. Fueron leyes que Sain armó sin consultar a nadie y Perotti las tuvo 6 meses en su escritorio antes de enviarla a Diputados. Cuando envía, la gestión Sain ya estaba en declive total. Cuando cambió el ministro y Lagna las desconoció y que no era una necesidad esas leyes para el gobierno. O sea, no hubo convencimiento ni de su contenido ni de la reforma policial. Fue una pulseada interna que Perotti tuvo con Sain en esa relación en la que este se le plantaba. Estamos abiertos a discutir una reforma policial, cambios institucionales en Santa Fe pero con una agenda seria. En el discurso del 1º de mayo en Legislatura el gobernador ni habló de las leyes de reforma policial.
—Pero el gobierno del Lifschitz saludó el arribo de Sain por concurso como director del Organismo de Investigaciones del MPA.
—Terminó con una causa penal. ¿Quién puede reivindicar la gestión de Sain? Una reforma policial puede dar resultado en 7 u 8 años, hay que gestionar el ministerio hoy, tener una propuesta articulada con fuerzas federales, el control interno de las cárceles. Todo empeoró. Podía ser adecuado como técnico, pero no era para ser ministro. Algún sector del kirchnerismo le hubiera gustado que Sain le diera una impronta distinta a Perotti, y nada de eso ocurrió. Perotti es un peronista conservador, como lo fue siempre, y no traicionó su recorrido. Sain fracasó como ministro y no por una conspiración en su contra sino por el pésimo manejo de la fuerza de seguridad. Y lo que vino después fue peor, Lagna y Rimoldi. Creemos que Brilloni debe ser el ministro de la Transición, con una actitud de sembrar política pública que continúe gane quien gane este año, y para ello debe tener un perfil totalmente profesional. No tentarse en este año electoral a tomar medidas cortoplacistas sin ningún efecto, como anunciar reapertura de comisarías que no tienen policías para atenderlas. Eso por mostrar algo es lo peor que nos puede pasar. Estamos dispuestos a votar una ley de emergencia que le sirva a Brilloni y al que venga, pero que sea una gestión seria.
—El flagelo de la violencia criminal explota en 2012 - 2013, durante un gobierno del FPCS. ¿Hay autocrítica?
—Por supuesto. Hubo una mutiplicidad de causas que desataron una guerra entre bandas desde los '90. Pasamos de 3.500 presos en 2013 a 9.000. En 10 años creció 120% la cantidad de presos. ¿Qué pasa con esa persona que el Estado detiene? Dentro de la cárcel y luego de que cumple su condena. Hay cerca de 10 mil personas con libertad condicional, asistida, salida transitoria o que cumplieron condena recientemente. El 10% de personas vinculadas con homicidios en 2022 estuvo o está vinculada al proceso carcelario. La respuesta del Estado a la persona que vuelve a su entorno social luego de haber pasado por el proceso judicial es algo que evidentemente no completamos en cuanto a contención social ni obra pública social ni de justicia. Evitar ese círculo vicioso, reinserción social, eso nos faltó y es la autocrítica. Eso nos faltó contemplar al cambiar en 2014 el nuevo modelo penal, el sistema acusatorio. Nos faltó analizar la complejidad de esa espiral de violencia. Luego, reforma policial, cambios sobre la marcha en base a aciertos y errores, es parte del análisis de la política pública. Pero en concreto, lo clave es qué hacemos con la persona que ya pasó por las redes delictivas y debería reinsertarse.
—Por esos años hubo un sector de la Policía que trabajó la causa contra Los Monos y favoreció el crecimiento de Alvarado. ¿No se quedaron cortos en desarmarlo?
—El ascenso del narcotráfico en toda Latinoamérica requiere de connivencia con las fuerzas de seguridad. Se fueron desarmando redes y bandas. El nuevo sistema penal pateó ese hormiguero también. Los viejos jueces se apoyaban totalmente antes en la policía. Pero creo que no hay cambio posible en política de seguridad posible sin la policía. Eso se hace con control político, en una tarea diaria, no desde una oficina sino en la gestión diaria donde se mueven recursos económicos en la policía.
—Has reprochado a Perotti haber desmantelado programas sociales como el Abre, y que de allí una derivación es la violencia urbana actual. Pero Lifschitz como intendente, en su momento desarmó el programa Crecer, política de contención a niños de sectores vulnerables que hoy son jóvenes.
—A cada intendente le tocó un momento histórico diferente. Hermes Binner asumió con 25% de desocupación en Rosario. Tuvimos el estallido de 2001. La macroeconomía pega en Rosario y fuerte. La menor tasa de desempleo hoy… pero empleo precarizado, changas, monotributistas, bajo la línea de pobreza, tres años seguidos en casi 3 dígitos de inflación. El deterioro social que implica eso a Rosario le pega fuerte. Con todo, hemos armado una respuesta desde el Estado en cuanto a salud pública, cultura, no lo hay en otra ciudad. Construyó un estado de bienestar local que perdura y es patrimonio de muchos años de política pública.
—No parece que perdure ese estado de bienestar, no en los barrios.
—Fui secretario de Políticas sociales 4 años, a cargo de la implementación de la nueva ley de Niñez. Todo dispositivo social en el territorio es recurso humano intensivo. Podés tener el mejor edificio, pero el agente estatal que se siente parte de un proyecto y genera un vínculo de confianza con el vecino, eso es motivación y contención diaria. Hay redes que sí funcionan. El proceso que se hizo en los fonavis como en Grandoli y Gutiérrez, adonde el Estado no llegaba hacía décadas, los consorcios. Eso hoy la Provincia lo discontinuó. El peronismo hoy ya ni mencionan el plan Incluir. Creí que su estrategia de penetración en Rosario iba a ser a través de la política social.
—¿Qué diría Guillermo Estévez Boero de esta decisión del PS de integrar un frente electoral con Juntos por el Cambio?
—Empecé a militar en el PS en el ‘95, cuando se constituyó la Alianza Santafesina con Alberto Natale, ex intendente de la dictadura, por el PDP, y con Horacio Usandizaga por la UCR, nuestro rival político en los ’80 y no era precisamente el ala alfonsinista del radicalismo. Lo hicimos para consolidar un proyecto progresista en Rosario, fue la primera candidatura de Binner, y para derrotar al modelo de Reutemann y la ola de privatizaciones que se venía en esos años. Siempre el PS tomó decisiones difíciles en materia de alianzas, porque nunca nos conformamos con ser testimoniales. Esa es la más fácil para la izquierda. Pero el gran aporte de Guillermo Estevez Boero fue pensar un socialismo que para acceder a espacio de transformación lo haga a través de alianzas. Por eso el PSP hizo el milagro de gobernar Rosario, y llegó a gobernar la provincia. Porque no somos un partido testimonial. En 2003, luego de una enorme gestión de Hermes, perdemos la elección a gobernador por ley de lemas. Nos jugábamos mucho en 2005 con un peronismo muy desgastado pero en pleno auge kirchnerista, con la expectativa de consolidar a Hermes para la elección de 2007. Solo éramos gobierno en Rosario y en Los Molinos, la forma era en alianzas. En ese momento Hermes planteó que había que abrir con sectores que no pensaban como nosotros, y abrió la lista de diputados nacionales. Veía cómo ampliar la base de sustentación. La historia del socialismo está llena de momentos difíciles y decisiones. El otro camino es el testimonialismo, y no.
Lo peor que le puede pasar a los santafesinos son cuatro años más de perottismo. El peronismo en su plasticidad ideológica tiene en la definición de inversión de los recursos del Estado tiene a Walter Agosto, Fundación Mediterránea. Esa es la conducción ideológica del peronismo santafesino.
—Qué lugar le queda a expresiones del PS disidentes del pacto con JxC?
—Estamos preparando un congreso partidario para el 22 de abril en Santa Fe. Allí se definirá política de alianzas, y los y las congresales lo harán, elegidos por elección interna. En ese congreso se escucharán todas las voces, nuestra expectativa es que nadie se vaya del partido. La historia de la izquierda es de fragmentación. Aspiramos a que en este momento, pese a las distintas interpretaciones, se sienta fuera del partido. Hay una enorme mayoría de compañeros y dirigentes que avalan este camino del partido. El que piensa diferente también debe sentirse parte del partido.
—El PS hegemonizó el FPCS. ¿Cómo coexistirá en este escenario donde JxC o el javkinismo parecen ser ahora la fuerza hegemónica?
—Al revés. Miguel Lifschitz era el gran elector y ante su desaparición quedó un escenario abierto. Esto no pasó en Santa Fe desde el '83: a 6 meses de la elección quién puede decir que será el gobernador. Es la primera vez que pasa. No hay gran elector. Es tal el grado de atomización y la falta de conducción en el peronismo, no hay un candidato que mida más de 18 puntos de intención de voto. El socialismo tiene expectativas totales y así iremos a primarias, como siempre lo hicimos. Estamos construyendo una alternativa a Perotti en un gobierno superador de estos 4 años. Un programa mínimo que adhieran todos los partidos de este frente. El sentido ideológico más fino estará en disputa y será el ciudadano con su voto quien elija la impronta de un eventual futuro gobierno. El socialismo irá con su historia y su programa a una disputa electoral, y la gente decidirá. Con las pérdidas que tuvimos fuimos con valentía a la elección de 2021, y cuando pensaban que no había espacio para una tercera fuerza sacamos 13 puntos en la provincia, más de 220.000 votos, en un escenario hiperpolarizado a nivel nacional. Hicimos la misma elección que en 2017 cuando fuimos con Contigiani, gobernábamos y estábamos con los radicales. Ahora la gente debe elegir en qué equipo de personas confía para manejar la seguridad, educación, salud, y ahí tenemos la propuesta superadora. Vamos a esa disputa donde la oposición se divide y el peronismo donde se juntan el agua y el aceite sin programa común, que se matan entre todos. Al peronismo no se le cuestiona, tienen plasticidad ideológica para juntar de izquierda y derecha total lo que importa es gobernar y tener poder. Sería tonto aceptar la plasticidad ideológica del peronismo y no la de la oposición. El peronismo es eso, y a los amigos kirchneristas que votaron a Cristina en 2019 hoy los gobierna Sergio Massa.
Nos imaginamos 4 años más de perottismo con Mirabella de gobernador, o nos imaginamos que puede haber un gobierno mejor, y en eso estamos. Esto es una superación al perottismo. Perotti fracasó.
—¿A nivel nacional cómo se define entonces?
—Cada partido tomará su camino, además Juntos por el Cambio todavía tiene que definir su interna. El Frente de Todos también.
—¿A quién votarías, hipotéticamente?
—Aún no hay precandidatos, pero me entusiasman figuras como Facundo Manes, Juan Schiaretti, Gerardo Morales, no personalmente sino porque creo en un discurso más realista, menos humo y relato, esquivando recetas liberales y las populistas también. Esos modelos están agotados.