El profeta de la Revolución Liberal Mundial, subsidiariamente presidente de la República Argentina, logró en la semana recién concluida su primera (y resonante) victoria legislativa, para gran alivio del propio gobierno, de sus sponsors y de los opositores que no se oponen. Y lo hizo a pura casta, a través de una piñata de embajadas y cargos en el odiado Estado al que pretende destruir como un topo, según sus propias palabras.

Una derrota de la Ley Bases, incluso mutilada como quedó, hubiese hecho tambalear a la administración libertaria. No por el peronismo o por el kirchnerismo a secas sino por el tembladeral de lo que se supone es su fortaleza: los mercados financieros. Si aún con el triunfo en el Senado, el acuerdo por el swap con los comunistas asesinos y el dato positivo de la inflación, las turbulencias bursátiles continuaron, ¿qué hubiera pasado si el proyecto se caía?

A las dudas por la sostenibilidad del ajuste, que todavía persisten, hay que agregarle la multitud de guerritas intestinas que se libran de manera furibunda con operaciones en la prensa amigota y las redes sociales, todo ello sazonado con un fenomenal desmanejo en casi todas las áreas del gobierno. La celebración por el gol en el Congreso no eliminó esos dramas, apenas los puso en segundo plano.

Los senadores santafesinos votaron y argumentaron de manera previsible. El justicialista Marcelo Lewandowski fundamentó su rechazo en la defensa de la producción y el empleo de la otrora Invencible. El problema con ese razonable speech es que los empresarios no parecieron demasiado incómodos con la Ley Bases, más allá de algunos sólidos señalamientos de FISFE. El sueño húmedo de la mano de obra esclava es más fuerte. Y siempre es bueno recordar la sentencia de un memorable ex presidente: la Unión Industrial Argentina no es ni unión, ni industrial, ni argentina.

También se veían venir a lo lejos el silencio de Eduardo Galaretto y la catilinaria de Carolina Losada. No hay discurso de la senadora que vaya más allá de que el kirchnerismo es malo, feo, sucio, cana nene caca y que perdió las elecciones leru leru. Y que es violento, claro, pese a la evidencia fílmica sobre el origen de los incidentes en la Plaza del Congreso.

Esta musiquita estigmatizadora no es inocua. Más todavía: es riesgosa. No sería deseable, pero tampoco extraño, que dos, tres, muchos peronistas elaboren la siguiente lógica: si, pase lo que pase, los culpables siempre somos nosotros, ¿por qué no la pudrimos y ya? Cuidado.

Por su parte, el gobernador Maximiliano Pullaro salió públicamente a respaldar la Ley Bases y su ministro de Desarrollo Productivo celebró las modificaciones al RIGI, que incorporaron una gaseosa exigencia de proveedores locales y sacaron del esquema a las cerealeras y automotrices para prevenir competencia desleal. La pregunta que surge es bastante obvia: por qué entonces la diputada nacional Melina Giorgi, que responde a la conducción de la Casa Gris, votó a favor de la versión más gravosa del proyecto, que atentaba plenamente contra la producción santafesina. Se verá qué ocurre ahora, en la última vuelta legislativa.

Autopercibido Terminator, Javier Milei se dispone a continuar desplegando su faena aniquiladora con un arma disminuida, aunque igualmente poderosa. Pero Sarah Connor está viva: no en el Instituto Patria sino en la presidencia del Senado.