El contrato de adhesión a la Revolución Liberal a cambio de alivio fiscal con el cual el presidente Javier Milei convidó el viernes a los gobernadores, pomposamente denominado Pacto de Mayo, parece traerle buenas nuevas a la, digamos, disruptiva administración libertaria. El mega DNU 70, que estaba a punto de desmoronarse en el Congreso, tal vez ahora logre sobrevida. Y el universo de mandatarios no peronistas (más un par de justicialistas laxos) recibió con gestos favorables la invitación.

El caso del santafesino Maximiliano Pullaro es revelador en ese sentido. Fue uno de los gobernadores insultados por el presidente durante el derrape de la ley ómnibus, militante de toda la vida además de un partido político al cual Milei detesta expresamente. Luego del discurso de apertura de sesiones en el Congreso, o del estado de la unión como preferiría el actual morador de Casa Rosada, el mandatario provincial escribió en X: “Quiero destacar la convocatoria al diálogo y a un acuerdo nacional que realizó el presidente @JMilei. Es el tiempo de escucharnos con respeto, sin imposiciones. Todos tenemos la oportunidad de impulsar el cambio que los argentinos reclaman y necesitan”. Con mesura, pero pulgar arriba.

Tiene su lógica. En primer lugar, claro, la necesidad imperiosa de efectividades conducentes. Para pagar los salarios estatales, sin ir más lejos. Pero también porque, como ya se dijo en incontables oportunidades en este espacio, hay en la provincia de Santa Fe una mayoría electoral consolidada que repugna no ya sólo al kirchnerismo sino también al peronismo en cualquiera de sus modalidades. No es un escenario petrificado, desde ya, pero sí persistente. ¿Cuál sería la conveniencia política de pelearse con un presidente que arrasó en la jurisdicción que le toca gobernar? No pasaron ni tres meses de ambas asunciones.

Pullaro, además, se inscribe en una creciente tendencia de la política argentina, especialmente en la franja no peronista: fingir demencia con los agravios presidenciales. Es como que se va naturalizando la inédita violencia verbal de Milei, expresada especialmente en sus frenéticas giras por las calles digitales. Se entiende como parte del show. Panic show a plena luz del día, al fin y al cabo.

Ahora bien, para el 25 de mayo falta un siglo y los 10 puntos que exige el presidente tienen bordes filosos. La vuelta de las AFJP anunciada por el líder libertario, por caso. Pero no sólo por la pésima experiencia que tuvo el país con la jubilación privada sino también por un elemento que no muchos recuerdan: ¿Cuándo el sistema previsional tuvo mayor déficit? En la década del ’90, cuando gobernaba el adorado Carlos Saúl Menem. Por una razón sencillita: el Estado seguía pagando haberes y los aportes se los llevaban las empresas. Degenerados fiscales.

Otro ítem sensible y relacionado con el anterior. Es muy simpático el planteo de que hay que instaurar un nuevo mecanismo de movilidad jubilatoria para que “los abuelos” cobren mejor y al mismo tiempo asegurar que debe bajar el gasto previsional. Quien tenga esa fórmula dominará el mundo. En este aspecto, es saludable recordar que los jubilados y pensionados nacionales no viven solamente en el AMBA: en la Invencible hay, en números redondos, 700 mil de Anses contra 100 mil de la Caja provincial. Así como escuchaste.

Se podría seguir hasta el hartazgo, pero ya hay de eso en proporciones bíblicas por fuera de este texto. En síntesis, se podría decir que Milei reversionó a la Bersuit: si para tenerte aquí habría que maltratarte, yo puedo hacerlo. Según las primeras reacciones, el viernes el presidente la vio. El poder siempre manda.