“Creo que estas elecciones van a ser totalmente atípicas, es una elección de tercios. Así como la elección del año 19 fue una elección de techos, porque había dos partidos nada más, -hay que considerar que entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio, agruparon el 90% del electorado-, ahora estamos ante una elección de tercios, donde lo importante, más que el techo, es el piso, lo importante es entrar al ballotage”. El 18 de mayo, en una entrevista con Pablo Duggan en Duro de Domar, Cristina Fernández de Kirchner pronosticó, con rotunda precisión, lo que ocurriría en las PASO del 13 de agosto.

Pero hizo bastante más que una certera caracterización de la coyuntura electoral: planteó una hoja de ruta para el peronismo. Entendió con claridad que la competitividad de Unión por la Patria dependía en buena medida de una gran performance de Javier Milei, aún a sabiendas de que el libertario podría crecer a expensas de la coalición justicialista.

Dicho de otro modo: para que el oficialismo siga vivo en medio del experimento fallido del Frente de Todos, con una inflación que deglute salarios, jubilaciones e ingresos populares, era necesario que el electorado se divida en tres. Si eso no ocurriera, quedaría sepultado debajo de los votos opositores unificados. Aunque parezca extraño, y de hecho lo sea, si no existiera Milei hoy el gobierno probablemente estaría en retirada en medio de un caos económico e institucional.

Hay quienes, desde el propio mundo peronista o sus planetas cercanos, consideran un error discutir con el libertario y mostrar cuan espantosas son sus ideas. El argumento es que así, en vez de reducir su caudal electoral, en realidad se lo aumenta. Ese análisis choca con el enfoque que ofreció Cristina hace 3 meses: la clave está en llegar a la segunda vuelta. Para eso no es necesario ganarle a Milei, al menos no en octubre, basta con sacar más votos que Patricia Bullrich. Hay apenas 200 mil voluntades de diferencia entre los dos grandes frentes.

Es decir que agitar ese cuco, que por otra parte tienen contornos bien reales, no apunta tanto a convencer sufragios libertarios sino a llegarle a diferentes pequeñas porciones del resto del electorado. Un pedacito del voto más centrista de Larreta. Otro de Schiaretti. Otro de la izquierda trotskista. Otro de los que no superaron las PASO. Otro de los que no fueron a las urnas. La arena es un puñadito, pero hay montañas de arena, diría Atahualpa Yupanqui.

A Milei, por su lado, le conviene esa polarización. Facilita su tarea de obstaculizar el crecimiento por derecha de Juntos por el Cambio, concretamente de Bullrich. Por eso avisa que la gente, a la hora de elegir, prefiere el original y no una mala copia. ¿Seguirá Patricia con el todo o nada a riesgo de que se verifique la hipótesis del libertario? ¿O se correrá al centro para pescar allí con el peligro de desperfilarse?

Así las cosas, Unión por la Patria y La Libertad Avanza tienen una feliz coincidencia. No acordada, pero coincidencia al fin. Intereses que hacen match. La versión de que el peronismo, en particular el bonaerense, cuidó los votos de Milei es incomprobable, pero suena muy lógica.

Esta ingeniosa alquimia hace que Massa, un audaz, todavía tenga una chance. Faltaría, claro, que la gente cuente con algún peso en el bolsillo y que ese billete valga algo más que como mero papel pintado.