Pina Galletas: una tienda que nació por diversión y se ganó la admiración de sus seguidores
Victoria Wingeyer comenzó a decorar galletas para familiares y amigos y terminó creando un negocio que, en varias oportunidades, debió parar porque crecía a pasos agigantados. Es mujer, madre y una de las pioneras de la decoración de galletas con glasé en Santa Fe.
La ternura y la suavidad de Victoria Wingeyer se reflejan en cada rincón de su taller. La atención por los detalles se esparce por todo el lugar que creó para cocinar, decorar y brindar los talleres de Pina Galletas. Quien compre o vea sus productos, también ve una de sus principales cualidades: la intención de llegar lo más cerca posible de la perfección.
La tienda de galletas ya es una marca reconocida en la ciudad de Santa Fe. Esa fue la idea desde el comienzo de su tienda. “Quise empezar bien desde el inicio, con la idea de que Pina sea una marca con una gráfica y una identidad”, recordó la dueña de la tienda en diálogo con Santa Fe Plus. Y remarcó su manía por ocuparse de todos los detalles.
La creadora de Pina comenzó su negocio en 2016, cuando les hizo las primeras galletas decoradas a su sobrino para el cumpleaños. Los algoritmos en redes sociales y la vida, le pusieron en frente la posibilidad de capacitarse. “Me empezaron a aparecer videos de cómo hacer galletas con formas y cómo decorarlas”, destacó, pero confesó que nunca se imaginó lograr el negocio que hoy tiene.
Comenzó haciendo formas para los fines de semana, después arrancaron los cumpleaños y cada vez más gente conoció y quiso comprar sus creaciones. En ese momento, la realidad de Victoria era muy distinta a la de ahora. “Solo estaba de novia con quien ahora es mi marido, vivía sola y no tenía hijos”, contó. “Me podía quedar trabajando hasta las 4 de la mañana”, aseguró.
La dueña de Pina estudió psicología y la idea de decir que se dedicaba a decorar galletas con formas, al principio la avergonzaba. “Yo lo veía como una salida saludable al trabajo formal, hasta que tomó tal magnitud”, aclaró. Por cuestiones económicas, de confianza y de exposición, las dudas estuvieron presentes en el inicio del camino de Vicky. “Me costó dar la cara y decir que quería hacer galletas decoradas e invertir en eso”, señaló. Sin embargo, aseguró que la confianza de su pareja fue esencial y le dio gran impulso: “Él confió en que podía hacer algo bueno”.
Luego de tomar la decisión inicial y poner a punto su empresa, Victoria compró los elementos de pastelería necesarios. “Me traje muchas máquinas y materiales de Estados Unidos porque viajaba por trabajo”, recordó.
Una idea que tomó impulso
Lo que había comenzado como un hobby, fue creciendo hasta el punto en que su dueña debió ponerle un freno. “Al principio era mandada, tomaba pedidos y los terminaba sobre la hora, pero ahora soy todo lo contrario, planifico mucho y no me lanzo”, explicó. El tiempo y la experiencia en su trabajo le fueron enseñando.
Cuando nació su primer hijo, debió reorganizar su vida y su tienda. “Estaba más tiempo en casa”, aclaró, pero agregó que “no tenía un taller, entonces comíamos en la misma mesa en que yo trabajaba y hacía todo”. Con una vida totalmente atravesada por su trabajo -formal o no-, los límites se ponían difusos.
En ese momento, llegó la pandemia del coronavirus y todo cambió. “Ahí fue cuando di el gran salto porque la gente siguió festejando, de hecho ponía cualquier escusa para festejar”, rememoró. Pina no solo vendió galletas decoradas para eventos, sino que también hizo kids para decorar. “Eso fue un boom porque los padres ya no sabían qué hacer con los niños tanto tiempo dentro de la casa y esta era una actividad que les servía”, indicó.
Si bien el encierro del aislamiento por el covid le dio posibilidades, también trajo aparejadas complicaciones en la convivencia con la familia y el trabajo. “Estaba con el bebé, mi marido trabajando en casa, todos viviendo en el mismo lugar y yo cocinando y decorando”, narró. En ese momento, Victoria supo que había llegado la hora de buscar un espacio propio para Pina. Así fue como alquiló un departamento cerca de su casa, para instalar el taller.
La creadora de Pina quedó embarazada de su segunda hija y con ello obtuvo una licencia por riesgo en su trabajo. Como debía estar en su casa sin realizar demasiadas actividades, lo único que podía hacer era continuar con su tienda. Allí, Pina volvió a tomar un gran impulso. “Me levantaba, se iban mi hijo al jardín y mi esposo a trabajar y yo me quedaba en el taller”, recordó.
Una vez que se acomodó con sus tiempos, se anotó en una especialización en psicología forense. “Para poder terminar el curso, debí bajar el ritmo de Pina”, confesó. “Solamente continué tomando los pedidos fijos, de gente que siempre me pide para la misma fecha”, precisó.
En el momento en que decidió pisar el freno de su negocio para buscar otros caminos, le diagnosticaron una neuropatía. “Se me dormía la mano, las piernas”, narró. Esa condición de salud la obligó a frenar nuevamente y así es cómo comenzó este año. “Ahora me propuse abrir una agenda pero no tomar más de cuatro docenas por semana”, aclaró.
Formas, glasé y talleres
Mientras recupera sus fuerzas y define su estado de salud, Pina le pone más energías a los talleres. Es que le encanta enseñar sus recetas y ver que otras personas también pueden hacer lo que ella logra todos los días con la tienda de galletas.
“Me gustan mucho las clases, por eso doy semanalmente cursos”, destacó. “Explico todo, no me guardo ningún secreto”, aclaró. Pina no enseña a cocinar las galletas en su curso, sino que explica técnicas de decoración. “Uso fechas temáticas como Navidad, Pascuas o San Valentín para los motivos de las galletitas, pero enseño lo mismo porque trato de puntualizar en las técnicas”, remarcó.
En sus cursos, Victoria enseña apenas una parte de todo lo que hay detrás de Pina. Porque cuando toma un pedido ella hace todo: “yo amaso, horneo, pienso y hago los diseños, decoro”, contó y aclaró que si alguien tiene un cumpleaños o evento, suele pedir las invitaciones así se inspira de allí.
Con el tiempo, los clientes se fueron expendiendo y hoy tiene públicos de todas las edades. Por lo tanto, suele decorar desde animalitos para cumpleaños infantiles hasta galletas para fiestas institucionales de grandes empresas.
Nunca parar de crecer y crear
Victoria todo el tiempo está pensando en qué sumar a Pina. Pero no lo hace con fines completamente comerciales, sino por el placer y las ganas de llegar más lejos. “Por supuesto que gano dinero porque cuantos más pedidos tengo es mayor mi ganancia, pero Pina es mucho más que eso”, aclaró. “Al principio lo veía como algo para desenchufarme, como una pasión extra a mi trabajo”, expresó. Y esa idea inicial sigue ahí: “No dejo de sorprenderme con lo que hago, me gusta hacerlo, me gusta el resultado y ver a la gente feliz”. Además, asegura que los talleres les permiten ver eso mucho más de cerca: “Me emociona verlos irse con su cajita de galletas, ilusionados por lo que hicieron”.