Cómo se vivió el Cosquín Rock más convocante de la historia
Los números superaron ampliamente las jornadas anteriores desde el 2001 hasta hoy, conformando una edición histórica del festival que tiene como protagonista y disparador principal la música, pero que claramente la trasciende
Por Juan Cruz Revello
Una manera justa de describir a esta edición de Cosquín Rock -no a modo de justicia, sino precisión- es calificarlo de inabarcable. Da la sensación de que, en el medio del disfrute, todo es mucho, y todo no se puede. Con entradas agotadas para los dos días, más de 200 mil personas (cifra récord en la historia del festival que solo había tenido sold out en el 2004) pudieron pasar un fin de semana de carnaval en el medio de las sierras, con una buena parte de los y las protagonistas de la música popular vinculada al rock de argentina, y algunas perlas internacionales.
El festival con este perfil que más años duró en Argentina, amplió su capacidad y extendió los límites del predio, donde se distinguieron la variedad de propuestas, y una renovación generacional, que conducen a un nuevo Cosquín Rock. Como novedades, se incluyó el escenario Montaña, que en conjunto con el Paraguay y Boomerang, tuvieron una programación nutrida con diversidad de estilos, completando un abanico multicultural que caracterizó esta edición número 22, incluyendo el diseño estético. Los tonos oscuros de otros años, se transformaron en colores luminosos. Todo el material gráfico viró hacia una propuesta hippie chic, flower power canchero, ilustrada por Martín Eschovez.
También cada escenario principal (Norte, Sur, y Montaña) contaba con el sector Fanatic, una manera más “inclusiva” de describir un espacio vip, habitualmente más caro, y con otros servicios. Una descripción gráfica de estos cambios, es que por ejemplo, en el escenario Norte, donde ahora estaba el espacio Fanatic, otro años había unos mamotretos de plástico donde los varones podíamos hacer pis. Del aroma insoportable, se pasó a celulares capturando momentos.
También el predio contaba con una vinatería, y un restaurante con platos complejos, además de los servicios gastronómicos de siempre. Y un punto a destacar, fue la limpieza y la rapidez de los accesos. Entrar al pedio, no se transformaba en una osadía, y en los espacios no se encontraban materiales descartables por todos lados, y los baños estaban en buen estado. Resulta raro destacar esto, pero no es algo característico de los eventos masivos.
En las horas pico, fue realmente impresionante ver la marea de personas trasladándose de un espacio al otro para llegar a ver todo lo que se podía. En ese contexto, más allá de la cantidad de bocas de expendio, comprar una cerveza o hamburguesa después de las 20h, se convertía en una tarea titánica. También es cierto que abastecer la demanda de tanta cantidad de público resulta complejo, como si nunca alcanzara. Lo mismo que la ruta de vuelta, totalmente colapsada, debido a la gran cantidad de gente en un mismo momento, saliendo de un mismo lugar, yendo hacia un mismo lado.
En números, los 6 escenarios tuvieron 109 propuestas, y la producción informó que la conformación del público fue el 60% llegado desde afuera de Córdoba, el 30% desde Buenos Aires, y Santa Fe el 15%, entre otros puntos del país. En el plano de asistencias vinculadas a la salud, reunieron 7 ambulancias full, 3 hospitales de campaña, 1 hospital móvil con quirófano, 13 puestos de Cruz Roja y 26 socorristas.
Este año, además, por primera vez se pudo seguir todo el festival (a excepción de Fito Paez que no cedió los derechos de autor) a través de la plataforma Flow, que contó con 150 mil views durante todo el fin de semana.
La música, el pulmón de la fiesta
Todo lo descripto sería imposible sin la música, la causa principal de que el festival exista desde el año 2001. En ese plano, un festival es eso, no es un show de una banda o solista. De hecho, la mayoría de los exponentes preparan algo especial para la ocasión, porque no es un espacio convencional en el que generalmente van a mostrar su arte. Ese carácter especial puede variar las listas de temas habituales, la puesta en escena, la energía, la pilcha, los invitados, entre tantos otros ítems.
Por estas cosas resulta complejo analizar un show, porque es un espectáculo que forma parte de otro montón de cosas que lo atraviesan, porque la propuesta que cada cual expone, es justamente en el marco de. Por ejemplo, no es lo mismo entrar a ver un show de Fito Paez en el Movistar Arena de Buenos Aires o la Estación Belgrano de la ciudad de Santa Fe, que a las 18h en el atardecer de las sierras cordobesas.
Como tampoco es lo mismo una orquesta sinfónica en un disco como el que grabaron Ciro y los persas, que esa misma propuesta alrededor de las 22h, después de toda una tarde caminando, bebiendo, y escuchando de todo. El cuerpo recibe el estímulo de la música, y responde de acuerdo a los gustos, y las emociones, que por supuesto, cambian según los contextos.
En ese sentido, son más de 60 propuestas por día, en una jornada que se extiende más de 10 horas. Físicamente, es imposible ver todo lo que se quiere. Seis escenarios, más de diez hectáreas por recorrer, y un océano de almas que transitan entre dos puntas, el norte y el sur, y en el medio se pierden entre la cantidad de propuestas lúdicas y gastronómicas.
Por eso, este tipo de festivales se transforman en un evento. Una propuesta social que tiene como protagonista y pulmón principal la música, pero que claramente la trasciende, y se transforma en un fenómeno social.
En ese contexto, durante el primer día, Skay y Divididos dieron shows que por las propias características históricas de sus canciones, resultan siempre efectivos para los festivales. Catarata de hits, escuchadas a morir, anda todo bien, nadie la puede pasar mal ni sorprenderse.
A menor escala, algo similar ocurrió con Estelares cuando irrumpió con el sol a full y un lleno total, y un ímpetu menos habitual de Manuel Moretti, que como conductor del show estuvo más eufórico que siempre, y generó un plus que se notó en la energía del público. Conociendo a Rusia, entra en esa sintonía también. Mateo Sujatovich y sus canciones están a pleno, y claramente fue de lo más esperado de la jornada.
Una “sorpresa” fue Lila Downs, que dio de los mejores shows de esta edición, en el Paraguay, un escenario menos concurrido que los principales, pero que de todos modos lució hermoso de gente. Su voz es tremenda, su interpretación de las canciones emociona, y tiene una banda que emparenta el folclore latinoamericano con el R&B de una forma muy naturalizada. Trueno tenía una parada difícil, teniendo en cuenta que el año pasado fue monumental su show, con Nicki Nicole y Wos como invitados. Y ratificó su momento, también con un lleno total, y una energía de escena espectacular.
Entre todas las propuestas, también hubo detalles como Tanque y Tete Iglesias de la Renga, subiendo al escenario de la Casita del Blues para acompañar a Wayra, su sobrina e hija, respectivamente. O Santiago Motorizado invitado de Turf.
Juanse al cierre de la noche supo leer los comentarios de que ya no es un festival del rock, que solo queda eso en el nombre, y como si hiciera falta reforzar lo de Skay y Divididos en el mismo escenario, estalló de rock and roll con un desfile de invitados rimbombante. Por momentos, no sabes si está buenísimo o que es lo que está pasando, cual Rock and Roll Circus vernáculo, donde lo que se escucha es genial, y lo que sucede es desorbitante. El look, por un lado, una distinguida capa con capucha, en sintonía monje negro. Y debajo, una camiseta de argentina con el número 10. ‘Rainbow’, ‘Una noche no hace mal’, y Celeste Carballo –la rompió-, León Gieco, Mateo Sujatovich, Junior ex La 25, entre los invitados. El año pasado terminó en cuero bailando con la Mona Jiménez. Este año, mientras sonaba Solo le pido a Dios, subido a las torres de sonido dijo: “Viva el rock and roll, viva la argentina, y los franceses se la comen todos”
Al otro día, Fito Páez sobresalió en una jornada donde también brillaron Dillom, Ca7riel y Paco, Ciro y los persas, Las Pelotas y Babasónicos. La banda española Vetusta Morla, también se presentó después de cinco años en argentina y dieron un show increíble.
Pero era Fito Páez quien antes de que caiga el sol, iba a concentrar todas las atenciones del día presentando un show extraordinario. Suena la base de ‘El Amor después del amor’. Fito canta desde el back. El volumen funciona como el oído humano, va subiendo, y cuando dice ‘Para mí que es el amor después del amor’, explota todo. Dice que es su primer concierto del año, y ‘tenemos una hora y media nada más’. Luce un amarrillo rotundo en indumentaria deportiva.
Musicalmente, hay detalles sensibles que son especiales. El arreglo de voces en “Dos días en la vida”, “11 y 6” y “Tráfico por Katmandú”, por ejemplo, es un martillazo impecable. En ese sentido, el trabajo de Eme, Carlos Vandera y Juan Absatz, forma un combo de voces que contienen y sostienen todo el repertorio que tiene como principal protagonista al disco El amor después del amor.
“¿Si esto no es Argentina, argentina dónde está?” manifiesta, en clave pregunta + cuestionamiento. Interactúa mucho con el público, y también evidencia que no le gusta demasiado tocar al mismo momento de otras bandas; sin ironía, en referencia al escenario Norte pide ‘disculpas a los colegas de allá’: “Porque si sabía que iban a tocar, yo esperaba, no queremos interrumpir la música de nadie”. Del otro lado estaban Las Pastillas del Abuelo, se sintió sincero en su pedido, por supuesto, sin estar molesto con esa banda en particular.
En general, el Cosquín Rock 2023, se mimetiza con el concepto del Circo Beat que hace Páez, donde ‘todo el mundo juega’, y ‘casi todos tendrán su touch de gloria’. En esta canción, como acostumbra, metió el fragmento rap de ‘Tercer Mundo’, y el rap, pintó un rato antes que suban Dillom y Ca7triel y Paco Amoroso a hacer sus shows. A toda la data que tira Paez, hay que sumarle los arreglos de vientos en clave New Orleans para ‘Ciudad de Pobres Corazones’ y otras canciones más que irradian “una energía potente y brillante que nos haga emocionar” dijo, y con ‘Mariposa Tecnicolor’ retoma la tradición de una pieza clásica, en combinación con la popular. El barro y la elite, un solo corazón con remeras revoleadas rindiéndole culto a la caída del sol.
En el medio había de todo, Bandalos Chinos, Emma Horvilleur, entre otra propuestas. Pero en el Sur y Norte, seguían traccionando el circuito cardinal, y con diálogo. Ciro en el Norte toca cinco versiones de sus canciones con la Orquesta Sinfónica de Villa María, rompiendo el molde de la comodidad de hacer el típico ‘show de festival’. Para la segunda parte de su show ya sin la orquesta, en la otra punta se sentía el volumen de ‘Te diría’, y la gente que estaba esperando a Dillom susurraba esta emblemática canción.
Hace apenas un año, Dillom tocaba en una carpa que ya no existe, era el espacio más chico de Cosquín, lleno de gente agitando banderas, entre esas, una de Los Piojos. Y contó que la única vez que había ido de público al festival, era muy chico con su madre a ver un show de Ciro. Las paradojas de la vida, hoy los tenía a ambos como protagonistas de una jornada histórica. Tanto que, la bandera de Los Piojos del show de Dillom en la carpa en el 2022, ahora estaba presente en uno de los escenarios principales, aún con Ciro en la otra punta, cantando ‘Muevelo’.
Dillom está en sintonía con la temperatura corporal del festival. Hace un fragmento de ‘Una vela’ de Intoxicados, y se pega a ‘Rili Rili’. Cierra dedicando el concierto a su mamá presente, y a su banda que ‘es el último show’ –aclarará en sus redes que “la banda no se desarma, solo se sustituyen dos miembros, seguimos tocando con normalidad”-. Un año pasó, de la carpa debutando con esos mismos músicos que hoy hacen su último show en el escenario gigante. Terminó, y se presentó: muchas gracias Cosquín, yo soy Dillom.
Se acercaba el fin del día, pero había mucho más. Ca7riel y Paco Amoroso continuaron la oleada de propuestas hermosas, con toda la parafernalia digitada, entre ropas, luces y canciones. El escenario les sienta magnífico, es su espacio, que lo caminan y danzan como si estuvieran nadando en lugar de bailar. Hay coreos graciosas y movimientos poco ortodoxos, y un repertorio deforme e inevitable. Un imán, eso son. Mientras tanto, Babasónicos explota el escenario Montaña y Las Pelotas abren su show con ‘Combate’. ‘Es difícil cerrar Cosquín, nadie quiere tocar, pero Las Pelotas sí, porque saben que ustedes están’, dice Germán Daffunchio. Otras perlas son ‘Ñandú’ y ‘Saltando’. “Cosquín es el festival más grande de Argentina y lo hicimos los músicos’, sentencia, y finalizan dos días donde pasaron más de 200 mil personas, definiendo una edición histórica.