Pasó otra semana de tembladeral cambiario con el heroico mercado presionando por una nueva ronda devaluatoria, incluido el complejo agroexportador que, sentado sobre los silobolsas, acogota a la Revolución Liberal más grande de la historia mundial y, por qué no, interplanetaria.

Ante esa zozobra, el profeta de la libertad que subsidiariamente ejerce de presidente y su ministro de Economía, el Toto de la Champions, decidieron redoblar la apuesta recesiva como arma letal contra la suba de precios y, para horror de la Escuela Austríaca, intervenir en el mercado del dólar CCL.

La pirueta retórica de la emisión cero y el superávit financiero es, en líneas generales, no mucho más que un disfraz. Aquello de que la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario se comprobó empíricamente que es una pavada estratosférica y eso es un dato de la realidad. ¿Pero a quién catzo le importan los datos de la realidad en la era del disparate?

Así las cosas, ese entramado económico que se engloba bajo el significante “campo” se prepara para arduas jornadas de pulseada cambiaria con el gobierno al que votó masivamente. Otra devaluación del peso pondría en jaque la tendencia desinflacionaria, que ya muestra señales de agotamiento, y sumiría a millones de familias argentinas en una tragedia económica aún más atroz que la actual. Parece que, al final, el campo no somos todos.

En este contexto dramático, el ministro de Desarrollo Productivo de la provincia, Gustavo Puccini, publicó en su cuenta de X: “El campo es el motor de la economía argentina, es uno de los pilares fundamentales del crecimiento y del desarrollo porque cuando al campo le va bien, al resto de la economía le va bien: la metalmecánica, la ciencia, la biotecnología, distintas ramas de la economía que se mueven en cada pueblo y ciudad, crecen las exportaciones, etc. Hoy necesitan que sea el Estado el que les haga un gesto y les dé alivio fiscal. Durante años se castigó al sector agropecuario y a pesar de ello, siguieron poniendo el lomo, levantándose temprano, invirtiendo y apostando a que iba a venir un cambio. Hoy, el cambio está en marcha pero falta. Si apoyamos al campo, y le sacamos el pie de encima a la producción generando alivio fiscal, la economía va a despegar y el país va a demostrar todo su potencial”.

Se le sumó el diputado provincial del socialismo, Mariano Cuvertino: “Las retenciones fueron pensadas en un contexto de emergencia. Dos décadas después, no sólo no cumplen su función distributiva original sino que son una traba para la producción agrícola, limitan su crecimiento, afectan negativamente la incorporación de nueva tecnología y representan una importante transferencia de recursos por parte de las provincias productivas de la Región Centro. Acompañamos el pedido del ministro Gustavo Puccini para que bajen las retenciones y se piense un nuevo acuerdo recaudatorio, más justo con quienes producen”.

Debe decirse que es la mirada mayoritaria del sistema político santafesino, no sólo del actual oficialismo. Y que también cuenta con el acuerdo pleno de la mayoría de la sociedad en nuestra provincia, si se observa el resultado de las últimas elecciones. Pero como no vine a divertir a tu familia mientras el mundo se cae a pedazos, cantaría Fito Páez, aquí se pondrá en discusión.

Lo primero que debe aclararse es que a las retenciones no las inventó Néstor Kirchner ni tienen solamente un efecto distributivo. Los derechos de exportación forman parte de la Constitución nacional desde su nacimiento en 1853, la carta magna del tan alabado Alberdi. Fueron utilizadas por los gobiernos más diversos con fines recaudatorios pero también como herramienta de desenganche de los precios internacionales, amén de ser instrumento para evitar la primarización de la economía. Se podrá debatir si existen mecanismos mejores, pero lejos están de ser una rareza coyuntural.

Pero además, y más allá de la controversia sobre política económica: ¿qué es eso de que el campo pone el lomo y se levanta temprano? ¿No lo hacen acaso los obreros aceiteros, los bancarios y los directores de escuela a los que se les volverá a cobrar impuesto a las Ganancias? ¿No lo hacen los millones de monotributistas a los que se les triplicará la cuota mensual? ¿Los serenos de un obrador no ponen el lomo porque no se levantan temprano? ¿Por qué el Estado le tiene que “sacar el pie de encima” a un sector que presiona por otra devaluación empobrecedora mientras al resto del mundo lo tritura?

Preguntontas fuera de época, se podrá decir no sin razón.