El recuerdo del tranvía en la ciudad
Por Natasha Niz
Con las experiencias previas de París y Milán en la instalación de servicios de luz eléctrica para la ampliación y construcción de red de tranvías, hacia 1910 empezó a tomar forma la idea de implementar ese servicio de transporte en la capital provincial.
“Santa Fe no debe desperdiciar el capital que supone su actual Usina Eléctrica para hacerlo servir a su progreso financiero y como medio moderador para encauzar vías económicas”, expresaba un documento del Honorable Concejo Deliberante Municipal de la época en pedido de la licitación de Tranvías Eléctricos. El texto llevaba la firma del intendente Edmundo J. Rosas.
Así, en 1914 circuló por primera vez el travía eléctrico y con el correr de los años, la ciudad llegó a tener hasta siete líneas que recorrían la ciudad en distintas direcciones, con 46 coches en las horas de mayor movimiento, de 8 a 21 horas. ¿La frecuencia? De 6 a 12 minutos de espera dependiendo de la línea. Y un servicio especial nocturno de 1 a 4 horas. Había algunos pasajes que se podían combinar entre las distintas líneas.
El desarrollo del transporte era uno de los atractivos de la época para empresarios locales, pero fundamentalmente para los intereses foráneos. En 1872, ya ocupaba el cuarto lugar en el proceso de inversiones inglesas, con 800.000 mil libras esterlinas.
El proyecto presentado y aprobado por el Concejo de Santa Fe proponía establecer una Usina al norte de la ciudad para el expendio de luz y fuerza motriz. El objetivo era crear una red de comunicación de transporte que fuera mucho más ágil.
Levantar rieles
Santa Fe era un punto atractivo para las inversiones extranjeras, por lo que crecía el interés por el desarrollo de los tranvías. Fue así como la provincia absorbió una gran cantidad de fondos de la deuda para la construcción de instalaciones y materiales, en beneficio de la producción manufacturera inglesa y en muchos casos a cuenta de la deuda externa Argentina.
La empresa inglesa L.P. Weimby y Cía fue quien ganó el llamado a licitación para establecer el servicio de tranvías eléctricos en el año del centenario del primer gobierno patrio, donde se comprometía al 5% del costo de las entradas. Luego cedió sus derechos a favor de la “Cía. Argentina de Tranvías y Fuerza de Londres y Buenos Aires”.
"Los proponentes podrán establecer una usina al norte de la ciudad para el expendio de luz y fuerza motriz a particulares, a cuyo efecto deberá determinarse en sus propuestas el radio a servir a cuyo limite no podrá pasar de la calle gobernador Vera en toda su extensión de este a oeste sin contar la acera sud de la misma calle", establecia el acuerdo de licitación.
La red de transporte que se construyó tenia un recorrido de quince kilómetros (exeptuando la calle San Martin de General Lopez), hasta Suipacha y los boulevards Galvez en toda su extensión y Carlos Pellegrini en la acera sur.
Ir en tranvía
Las primeras experiencias a vapor arribaron bajo el nombre de “Pingo”. En 1885 fueron preparadas en la calle San Juan frente al paseo de las Ondinas. Se trataba de coches abiertos con estribos laterales flotantes y cortinas de tela para usar en la estación veraniega. Las “cucarachas” por otro lado, eran cerradas con dos largas bancas por asiento y se utilizaban en invierno o tiempos de lluvia.
Con el correr del tiempo, se instalaron los tranvías eléctricos en la ciudad, sus sistemas de tracción eran por cable aéreo con retorno de la corriente por los rieles, con una tensión de 550 voltios.
El modelo que se impuso era ágil y liviano, atendido por un solo empleado por coche, con puertas y estribos automáticos, frenos de aire y una alcancía automática para el cobro de pasajes. Los laterales del transporte eran a aprovechados para colocar publicidad y ofertas. Disponía de una capacidad para 32 pasajeros sentados, aunque en horas pico el vehículo quedaba repleto de pasajeros que iban parados o colgados.
La ciudad presentaba otro paisaje 100 años atrás, mucho más pequeña, con calles de tierra, carretas, y todavía algunas lamparas de kerosene daban vueltas, hombres trajeados por las calles y mujeres de vestidos pomposos era la foto.
En ese panorama, el tranvía eléctrico era un servicio relativamente accesible para las y los santafesinos, con un costo de 20 centavos por pasaje. Por ejemplo, una camisa de la época costaba 2.95 pesos, los trajes elegantes, por otro lado, salían entre 39 pesos y 45 pesos apróximadamente, los sombreros costaban unos 5 pesos dependiendo de la marca.
San Martin, ex Calle del Comercio, era el epicentro de bares y locales, aunque el tranvía no circulaba por aquella calle dejaba a sus pasajeros a solamente unos metros, donde podian adquirir productos como sedas, tapices, sombreros, muebles, etc.
Con locales históricos como "Casa Benaglio" o "Calzados "La romita" (ubicado en Mendoza al 2600), que ofrecia tacos de charol entre 2 a 12 pesos el par dependiendo, claro, del modelo y trabajado, aplicaciones y materiales. Una bicicleta, por ejemplo, salía $180 y se podía adquirir en 15 cuotas de $12.
El antecesor al tranvía fue el tranway tirado a caballo, llamados "tracción a sangre", comenzaron en 1885 y por ese entonces se dedicaban al transporte de pasajeros y cargas, con los servicios: "Progreso de Santa Fe", "Ciudad de Santa Fe"; y "Tranway al Matadero".
En 1961 se registró el último viaje de tranvías eléctrico en la ciudad. La aparición de los coches de alquiler con taxímetros o taxis, el surgimiento de los ómnibus, que eran más prácticos, con recorridos similares y más accesibles, llevaron a que los tranvías no pudieran cubrir la creciente demanda y finalmente desaparecieran.
Aun así, en diferentes rincones de la ciudad se puede observar viejos rieles, antiguas estaciones, el recuerdo del tranvía en Santa Fe.