El líder de la Revolución Liberal, presidente Javier Milei, y el gobernador de la otrora Invencible, Maximiliano Pullaro, recogen un amplio consenso social mientras ejecutan implacablemente programas de gestión que, en otro momento histórico, les hubieran valido rechazos transversales. Hay, al respecto, complejísimas consideraciones de políticos, periodistas, consultores de opinión y demás especies autóctonas para explicar un fenómeno que, sin embargo, asoma bastante sencillo de entender: una porción significativa de “la gente” banca ambas administraciones por los resultados obtenidos en las principales demandas expresadas en las elecciones.

Nadie podrá darse por sorprendido si se afirma que la principal preocupación, por lejos, de una extensa mayoría social argentina era (es) la inflación. Y que, naturalmente, ese drama tuvo traducción electoral. No sólo en 2023, sino también en 2019. Y quizás, muy parcialmente, en 2015. Eso no significa, en modo alguno, que los contextos económicos y, en definitiva, la calidad vida popular sean igualables en los tres escenarios, como pretenden algunos deshonestos intelectuales.

A propósito, y valga una nueva anotación al margen en este espacio. En esta semana que pasó, las Bolsas de Comercio de Rosario y Santa Fe presentaron en sociedad un índice propio para medir la evolución de la actividad económica. A partir de sus datos, no dudaron en afirmar que “se interrumpió la recesión en el segundo trimestre” y que el desplome productivo “se extiende ya por 25 meses”. Se nota mucho, diría un amigo de la casa.

La caída feroz de la economía en todas las ramas vinculadas con el bolsillo ciudadano, que tiene una extensión bastante menor que 25 meses, explica parcialmente el descenso de la inflación. El otro elemento es el ancla del dólar, sea en su versión oficial o “libre”, sostenido en base a los malabarismos del Toto de la Champions, tipo audaz si los hay. ¿Aguantará este esquema del Messi de las finanzas y su jefe, el profeta libertario, hasta que llegue el salvavidas del amigazo Donald Trump? Qui lo sá. En cualquier caso, la desaceleración de los precios garpa. Y tiene su lógica.

Algo similar ocurre con la gobernación de Pullaro. El principalísimo reclamo social en Santa Fe desde hace añares es poder salir a la calle y volver a casa en una pieza. El baño de sangre en Rosario, desplegado desde algo más de una década, no requiere mayores descripciones. Y lo cierto es que la administración multipartidaria con hegemonía radical logró un descenso notable en la cantidad de homicidios. Es un dato de la realidad.

También en este caso, la duda es sobre la sostenibilidad de la mejora. Ya son varios los especialistas, no necesariamente opositores, que sugieren la existencia de un pacto policial-criminal que involucra una baja de la violencia a cambio de buen clima de negocios. ¿Qué pasaría si ese acuerdo no escrito, por alguna razón, se rompiera? ¿Alcanzarían el rigoreo penitenciario, la ley de narcomenudeo, las estaciones policiales al estilo yankee? No será este limitadísimo columnista quien arriesgue una respuesta, pero sí dirá que los resultados mandan y hasta ahora le dan la razón al boxeador de Hugues.

La sociedad argentina respecto de la política es furiosamente bilardista. Y tanto Milei como Pullaro tienen muy en claro que, para ellos, corre más que nunca una máxima futbolera: la gloria o Devoto.