¿Y por casa cómo andamos?
Santa Fe va a elecciones en una semana y casi nadie le da bolilla. Ojo con el ausentismo electoral y los indecisos. Pullaro, ganador cantado pero con menos votos. El (supuesto) pacto con Milei. Granata y Mayoraz, la incógnita del universo panlibertario. ¿Locomotora Olivera será sorpresa? Balagué y el sufragio docente. La balcanización peronista, la disputa por la conducción.
La llegada del frío otoñal actúa como inmejorable metáfora del clima político y social que caracterizó a la campaña para la elección de convencionales constituyentes que se celebrará el próximo domingo en la otrora Provincia Invencible de Santa Fe.
Es un dato no menor a tener en cuenta. Con la gente claramente en otra cosa, no está claro aún si la participación electoral caerá y cuán considerable será ese ausentismo, que por otra parte ya se transformó en tendencia creciente en los últimos años. La profunda insatisfacción popular y la inexistencia real de sanciones para los incumplidores hacen lo suyo.
A ese previsible descenso del caudal de votantes se le suma el desconocimiento mayoritario de qué es lo que se vota y para qué. Es un contexto que naturalmente engorda el padrón de indecisos, ciudadanos que definirán sobre la hora su opción electoral o ni pasarán por las urnas.
La baja temperatura política es, parcialmente, obra del proselitismo oficialista. Fue el propio gobernador Maximiliano Pullaro, figura central del sistema democrático santafesino y primer candidato a convencional de la lista provincial de Unidos, quien decidió que su campaña era la gestión. Recién en los últimos días, luego de iniciada la veda de anuncios gubernamentales, empezó a hablar de la reforma constitucional.
Ese elemento da una pista cierta del resultado de las elecciones, que no será otro que la victoria de Pullaro. Si la batalla se presentara más reñida, distinto hubiese sido el tono. Más aún, el hecho de que sea el propio gobernador el candidato, en una nómina en la que no aparecen las principales figuras de su coalición, como su vice Gisela Scaglia o la presidenta de la Cámara de Diputados Clara García, da la pauta de los cálculos oficialistas. Dicho de otro modo: si el jefe radical no estuviera absolutamente seguro de su triunfo no se hubiera presentado, y menos con este diseño político, en tanto una derrota lo empujaría a una crisis institucional a poco más de un año de mandato.
Eso no le evitará una pérdida cuantiosa de votos en comparación con los históricos guarismos de 2023. Hay, en ese sentido, un hecho objetivo a considerar: la elección a gobernador fue prácticamente un mano a mano y la polarización empuja a los contendientes hacia arriba, sobre todo en elecciones de cargos ejecutivos, mientras que ahora la oferta asoma más variada.
Pero además, sin dudas, sufrirá una sangría electoral de arrepentidos. Es decir, gente que lo apoyó y ahora siente traicionada su voluntad. Un caso típico son los empleados públicos, que en 2023 lo votaron masivamente. Entre docentes, asistentes escolares, policías, penitenciarios, personal de salud, trabajadores de la EPE y varios etcéteras conforman un continente de unas 250 mil personas, entre activos y pasivos. Una señal nítida al respecto fue el anuncio, sobre la hora, de una mejora para los jubilados cuyo gasto en medicamentos supere el 5% de sus ingresos. La reforma previsional pegó fuerte.
La pregunta obligada es qué destino tendrán ahora esos votantes desencantados con Pullaro. Puede que, al menos una porción, se quede en la casa, lo cual sería una agradable noticia para Unidos, lógicamente. La otra alternativa natural es que se vuelquen hacia alguna de las variantes opositoras.
Una de las receptoras probables es Amalia Granata. Por razones visibles: con sus modos histriónicos y su habilidad como polemista, incluidas incursiones en carriles fétidos, se ubicó como figura destacada en la pelea contra el ajuste jubilatorio y hoy se presenta como la más furiosa crítica del gobernador. No aparece bien posicionada en las encuestas que se difunden públicamente, pero esos mismos sondeos ya la pifiaron fulero con ella en las dos elecciones legislativas en las que compitió como cabeza de lista. Los números de las (presuntas) mediciones de opinión pública no se difundirán aquí porque no es recomendable la ingesta de productos en mal estado.
En esa pecera intentará también pescar La Libertad Avanza, cuyo electorado es compartido en buena medida con Granata y Pullaro. La marca LLA orilla los 40 puntos, pero su primer candidato, Nicolás Mayoraz, lidia con un bajo nivel de conocimiento en la población. Es un sólido diputado nacional, de los pocos (poquísimos) que habitan la colorida bancada libertaria, pero eso no equivale a popularidad ni mucho menos. La boleta única, que premia a la cara conocida, le juega en contra.
El mecanismo para atenuar esa carencia, al menos en los manuales tradicionales, es la pegatina masiva de afiches gigantes con la cara del candidato al lado del líder de su espacio, en este caso el mismísimo presidente Javier Milei. No se vio en esta ocasión. Este dato alimenta las versiones de un pacto nacional con los gobernadores semioficialistas, como Pullaro, consistente en no pisarse en las elecciones que le interesan a cada uno: la de convencionales para Unidos, la de diputados en octubre para el Triángulo de Hierro.
Eso no evitó que Patricia Bullrich viniera la semana recién concluida para hacer campaña con la baja de la inseguridad y que Karina Milei haga lo propio en unos días. Se insinúa en ese movimiento que pronostican una victoria que será tapa de los diarios el lunes siguiente a la elección: la de Juan Pedro Aleart en Rosario.
Para fraccionar el universo panlibertario que protagonizan Granata y la propia LLA, la boxeadora Alejandra “Locomotora” Oliveras gana músculo, con inocultable auspicio pullarista. Su desempeño electoral del domingo es toda una incógnita.
Por izquierda, el Frente Amplio por la Soberanía también intenta capturar el voto enfado. Lleva a la ex ministra de Educación del gobierno Miguel Lifschitz, Claudia Balagué, una opción que suena correcta en la búsqueda del sufragio docente, amén del espadeo por la heterogénea franja progresista, cuyo tamaño actual también es un gran signo de preguntas.
Finalmente, el archipiélago peronista. El justicialismo todavía no se recupera del cataclismo de 2023 y la fragmentación hace pata ancha. Se disputa en esta elección, en buena medida, quien tendrá mayor fortaleza para imponer condiciones a futuro. Con este marco, y más allá de los intentos de Roberto Sukerman por terciar, la pulseada parece estar ceñida a Marcelo Lewandowski, senador del PJ por fuera del PJ, y a Juan Monteverde, extrapartidario por dentro del partido.
El consejo de Cristina Fernández de Kirchner, previo al cierre de listas, de buscar una fórmula de unidad con Lewandowski a la cabeza, indica que el periodista arrancó con ventaja. Las dos campañas provinciales que tiene en el lomo, la última nada menos que como candidato a gobernador. Las recientes críticas abiertas de Monteverde a su figura sugieren que el panorama no cambió sustancialmente. Veremos, dijo Lemos.
Paradójicamente, en medio de una crisis profundísima, se dibuja en lontananza un escenario favorable al justicialismo: un electorado dividido en tercios, con Unidos y LLA disputándose el voto no peronista. Para aprovecharlo, la fuerza política fundada hace 80 años por un tal Juan Domingo deberá cesar la vocación balcanizadora que hoy es hegemónica.
No es patrimonio exclusivo del peronismo santafesino, por cierto. La interna antropofágica y suicida de la provincia de Buenos Aires, que no hace más que escalar a diario, es prístina prueba de ello.
Así andamos por casa.