El artista antes conocido como presidente Javier Milei decidió días atrás pasar a mejor vida los subsidios al transporte público del interior sin achurar al AMBA y detonó así el enésimo conflicto con las provincias de la -a esta altura- Confederación Argentina, todo en medio del empantanamiento de la Ley Bases en el Senado y el tembladeral financiero verificado en el sensible brinco de los dólares paralelos durante la semana recién concluida.

Nada demasiado diferente al Consenso Fiscal suscripto por Mauricio Macri en septiembre de 2018, que actualizado al estilo de hoy podríamos renombrar, bellamente, como Pacto de Primavera. Allí se establecía con claridad que “en el marco de la reducción de subsidios nacionales destinados a servicios públicos se prevé que, a partir del 1 de enero de 2019 y en función de sus posibilidades (…) las provincias y la CARA definan las compensaciones y/o subsidios al transporte público de pasajeros por automotor desarrollados en el ámbito de sus respectivas jurisdicciones”. Santa Fe, gobernada en ese entonces por Miguel Lifschitz, fue una de las pocas que no suscribió.

Ya las andanzas del Toto de la Champions y otros jugadorazos como Federico Arnold Sturzenegger –quien se apresta a ser ministro de la Revolución Liberal- habían traído de vuelta al FMI, que a cambio de aportar dólares para garantizar la fuga de capitales exigía violentos ajustes del gasto público, incluido el Fondo compensador del Transporte. Inés Perado de Senlace.

Esa parte de la historia fue ignorada por el gobernador Maximiliano Pullaro en su queja por los subsidios masacrados. Prefirió igualar, de manera ostensiblemente forzada, a la administración libertaria con la gestión del Frente de Todos: “repite el esquema del gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner”.

Tiene lógica política el enfoque elegido por el jefe del Estado santafesino. En su coalición de gobierno, el PRO tiene una importancia sensible, al punto de que la próxima titular partidaria provincial, Gisela Scaglia, es su vice. Y él mismo encabezó la migración hacia Juntos por el Cambio en 2021, tras la imprevista muerte de Lifschitz, en lo que bien puede señalarse como la semilla que floreció luego en forma de frente Unidos, que lo depositó en la Casa Gris.

Por eso también tendió la larga manta del federalismo sobre la polémica. También lo hicieron varios intendentes del interior, incluidos los de Santa Fe y Rosario. Publicó Pullaro en la red social X: “Para que se entienda el aporte que Santa Fe realiza al fondo que administra el gobierno nacional. Si esos recursos de los santafesinos fueran a nuestro sistema de transporte, el boleto sería prácticamente gratuito”. Dijo el santafesino Juan Carlos Poletti: “Vamos a movilizarnos todos (los jefes municipales) el 4 de julio para presentar un proyecto en el Congreso para que el impuesto a los combustibles quede en cada ciudad”. Mueran los salvages unitarios.

Esta mirada tiene varios problemas. En primer lugar, compara el total recaudado por impuesto a los combustibles en Santa Fe con los subsidios al transporte, cuando este tributo no tiene ese único destino: también financia a la seguridad social y al FONAVI, entre otras áreas. Pero además, es una propuesta dolorosamente desintegradora, tanto a escala país como hacia el interior de la provincia: ¿y las ciudades y pueblos chicos? ¿y las zonas rurales? ¿se quedan sin colectivos interurbanos porque aportan poco?

El revoleo de la mítica divisa rojo punzó, que hoy sirve tanto para el barrido como para el fregado, permite no hablar del problema central: la motosierra. Véase, para mayor claridad, el aniquilamiento del Fondo Nacional de Incentivo Docente. La medida fue lesiva a lo largo y ancho del país, sin distinciones ni discriminaciones. No parece que este componente federal haya dejado contentas a las maestras y maestros.

Dicho de otra manera: ¿los usuarios del transporte público de pasajeros en Santa Fe evitarían pagar los inminentes aumentos del boleto si también cayeran bajo la guillotina los subsidios al AMBA? Es bastante obvio que este camino no sirve a esos fines, salvo como anabólico para el resentimiento tan de moda en este tiempo cruel.