La deuda de los feminismos con el activismo gorde: "Queremos que nos nombren"
Las personas gordas se sienten excluidas de las principales demandas del movimiento de mujeres y disidencias y piden ser incluidas. "Una lucha no ilegitima las otras", argumentan. La delgada línea entre no apropiarse de una causa ajena e invisibilizarla
Por Nahir Saieg
Este martes tiene lugar el sexto Paro internacional y plurinacional de mujeres y disidencias. En el marco del 8M se desarrolla otra jornada de reivindicación y visibilización de la lucha contra las desigualdades y violencias. Sin embargo, no todos se sienten incluidos. Una vez el "activismo gorde" se encuentra fuera de agenda de los feminismos y clama por su espacio.
Las identidades que militan esta causa eligen visibilizar lo que pasa social y políticamente cuando tenés un cuerpo disidente. "El activismo gorde es una deuda de los feminismos", considera Lucrecia, gestora de Gordura Estruendosa, espacio de encuentro en Rosario, activista y poeta.
Cuestiona que muchos y muchas "se hacen los boludos" con el tema y no le dan lugar a las conversaciones que hay que tener. "Hay batallas que hay que priorizar en lo inmediato, pero no hay batallas que no tengan que nombrarse porque se pueden dejar para después. ¿Cuándo las vamos a dar si no? No se puede dejar algunas discusiones para cuando ya logremos algo, sino es muy cómodo", señaló en diálogo con RosarioPlus.com.
Si bien los estándares de belleza hegemónica oprimen a todas las mujeres, las personas gordas se enfrentan diariamente al escrutinio público por habitar un cuerpo que no es el que el sistema espera de ellas. La pandemia y el aislamiento social, preventivo y obligatorio expusieron aún más el gordo odio internalizado y el "miedo a engordar" se hizo más visible que nunca. "Me empecé a preguntar si realmente todo el laburo que estaba haciendo servía de algo cuando las personas estaban medio careteando. Todo bien con tu lucha, pero ojalá yo nunca engorde porque no podría soportarlo. Siempre es ese el límite", argumentó.
En ese sentido, aseguró que no hay activismo, textos, poesía, militancia, que alcance cuando "la gente no quiere ser gorda". "Si su peor miedo sigue siendo engordas es gordo odio. ¿Hasta qué punto acordás con nuestra militancia si un cuerpo gordo te sigue dando asco?", se pregunta y le pregunta al resto del movimiento de mujeres.
Lucrecia sostiene que muchas veces la participación de las personas gordas en las asambleas feministas era testimonial. A la hora de cuestionarse ciertas prácticas las discusiones se dejaban para después. "Si no aparecemos les gordes hablando sobre la gordura nadie más lo hace y hay una línea fina entre apropiarte de una lucha que no te pertenece y no militarla directamente. Si sos una persona con un cuerpo no gordo, ni siquiera hegemónico, obviamente no podés militar el activismo gorde pero la mayoría de las personas se pasan al otro lado que es no nombrarnos y hacer de cuenta que no existimos", precisó.
El rechazo y el odio a las corporalidades gordas es transversal y está tan internalizado que la mayoría no llega ni siquiera a darse cuenta del daño que provoca. "Hay muchos sectores del feminismo que, quieran o no, siguen teniendo muy arraigada la idea de la belleza. Hay frases muy populares, como "libre, linda y loca", que lo usan como si fuese feminista. ¿Por qué tendría que ser linda? Se usan consignas sobre la libertad o antipatriarcales y siempre tenés que seguir siendo bonita, agradable", analizó en diálogo con este medio.
¿Qué pueden hacer entonces las personas feministas al respecto? "Con nombrar que existe una lucha ya suma. Permitir que se les interpele y se les cuestione comentarios, escuchar lo que decimos, no opinar sobre los cuerpos ajenos. Se pueden militar todas las luchas sin apropiártelas, entendiendo tu lugar. Con decir que existimos, que resistimos, que hay una opresión sistemática simplemente por ser gordes ya nos hacen un favor", setenció Lucrecia.
"Lo que no se nombra no existe, debemos ser nombrados sin tener que estar insistiendo", concluyó. Será cuestión entonces de que dentro de los feminismos también nos replanteamos los privilegios y podamos militar la causa sin apropiárnosla. Un desafío que, por ahora, sigue pendiente.