Unidos o dominados
Cristina, en una movida de las suyas: quiere a Lewandowski a la cabeza de la lista de convencionales constituyentes. De la balcanización del peronismo santafesino a un horizonte (lejano) de unidad. La razón de fondo: la pampa húmeda no vota K.
Cristina Fernández de Kirchner lo hizo de nuevo. En una reunión con intendentes y presidentes comunales santafesinos, armada por la diputada camporista Florencia Carignano, sorprendió a los presentes con una postura política que no esperaba nadie: el primer candidato a convencional constituyente de una nómina peronista lo más amplia posible debe ser Marcelo Lewandowski.
En realidad, la movida de la actual presidenta del PJ nacional tiene marcada a fuego su lógica tradicional para con Santa Fe. Históricamente, tanto ella como Néstor pactaron, o al menos lo intentaron, con figuras del peronismo local que cuentan con volumen electoral propio y cuyo perfil ideológico está relativamente disociado del kirchnerismo. El caso de Omar Perotti es prístino en ese sentido.
La explicación no requiere demasiado esfuerzo. En la pampa húmeda, especialmente luego de la batalla por la resolución 125 pero no sólo por ella, a los referentes más fervorosos de la era K les costó hacer pie en las urnas. Quien más cerca estuvo de ser un candidato competitivo fue Agustín Rossi, pero aún así siempre quedó lejos del premio mayor. Nada raro en política: hay dirigentes que son muy eficaces en su labor pero no logran penetrar en el humor popular.
La idiosincrasia mayoritaria de la zona núcleo es esencialmente contradictoria con las ideas de sociedad que propone el kirchnerismo. Que lo diga si no el gobernador Maximiliano Pullaro, que suele valerse de los prejuicios de su electorado para armar un discurso que le garpa. Su reciente frase de que el campo santafesino “no puede seguir subsidiando al improductivo conurbano bonaerense” lo ratifica. Traducida al criollo, esa oración significa que los gringos de manos callosas no deben mantener más a los negros planeros peronistas. Naturalmente, es una falsedad absoluta, pero muy redituable en la actualidad.
Además: ¿a quién le importa la verdad en un momento histórico en el que buena parte de la praxis política consiste en eructar bolazo tras bolazo en los medios y en las redes? Empezando por el mismísimo presidente de la Nación, nada menos.
En favor de Javier Milei, hay que decir que se trata de un ejercicio que él y sus muchachos, como el buenazo de Santi Caputo y los Gordo Dan de la vida, ejecutan hasta el paroxismo, pero que ciertamente les precede. El mejor ejemplo se vio ayer, al cumplirse 10 años de la muerte de Alberto Nisman. Todos y todas, en el mundillo de la política, la justicia y el periodismo, saben que al fiscal no lo mató un comando iraní-venezolano-kirchnerista ni ninguna de esas pavadas. Pero ahí están, muy campantes, llorando lágrimas de cocodrilo por un asesinato que nunca ocurrió.
La postura de Cristina sobre la candidatura de Lewandowski revolucionó el tablero político del peronismo santafesino y le dio un norte completamente distinto al que se vislumbraba. El abismo de la fragmentación absoluta que parecía tallado en piedra repentinamente cambió. Eso no significa en modo alguno que el problema haya sido resuelto, pero el escenario se modificó.
¿Y si CFK llamara a Perotti y llegaran a un acuerdo, como tantas otras veces? Suena muy difícil, dadas las condiciones imperantes, pero no sería prudente descartarlo de plano. Deberían pensarlo varios y varias que tienen por costumbre hablarse encima.
De todo laberinto se sale por arriba, escribió Leopoldo Marechal, un peroncho inigualable. Unidos o dominados, advirtió allá lejos y hace tiempo el fundador del movimiento. De un mix de ambas instrucciones puede salir la receta imposible.