Vecinos mocovíes se organizan por una estructura laboral campesina
Sin recursos suficientes ni acceso a servicios básicos (como en cualquier otro barrio popular), un grupo de vecinos de la comunidad Com Caia, de Recreo, organizó un merendero para hacerle frente a la pandemia y hoy ve crecer su propio proceso productivo. Arduo proceso que avanza a paso firme pese al incumplimiento estatal y las diferencias cacicales internas.
Gustavo Schnidrig
—Nos interesa ayudarlos e impulsarlos a formar cooperativas y distintas modalidades de trabajo que permitan incorporar no solamente la tierra sino, además, la producción que genera el bienestar para los niños, jóvenes y adultos.
Con estas palabras, el por entonces gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, decretó en 2008 la restitución de 367 hectáreas a la comunidad Com Caia, asentada sobre el kilómetro 491 de la ruta 11, jurisdicción de Recreo. Fue mediante la ley provincial 12.086/02, que postuló además un acompañamiento estatal vía asesoramiento técnico y capacitaciones, y prohibió toda futura cesión o venta de los terrenos a "personas que no sean aborígenes".
Pero poco queda hoy de aquella declaración de intenciones.
—En la comunidad no tenemos servicios y el agua de pozo debió ser revisada porque hace poco tuvimos problemas de intoxicación. La conexión de luz es precaria y la mayoría de la gente trabaja de changarines o en quintas—, cuenta Rosa Lugo, vecina de la comunidad.
Rosa es una de las 12 encargadas de sostener el comedor y merendero Amerindia Libre, un espacio de organización surgido en plena pandemia y que hoy alimenta a unas 100 familias, tres veces por semana. "Y la vida es eso, digamos", enfatiza Rosa sobre sus condiciones de vida que no difieren en mucho a la de cualquier otro barrio popular.
De hecho, en un informe académico que analiza los modos de organización de la Com Caia, los investigadores del Conicet y de la UNL, Lucas Cardozo y Marina Benzi, destacaron que las prácticas sociales allí dadas "responden a los modos de reproducción de los sectores empobrecidos y sus consumos están organizados y limitados por cuestiones económicas".
Llevando a un segundo planto cuestión referida a una vinculación "ancestral", plantearon que sus prácticas de vida cotidiana giran en torno a tres problemáticas centrales: el usufructo de la tierra atravesado por las disputas de liderazgo internas, las transformaciones en las prácticas alimentarias como un elemento clave al momento de analizar el uso de las tierras y la ordenación territorial derivada de las negociaciones (principalmente) con el Estado provincial.
—Son familias a las que las modificaciones estructurales, incluso las de los gobiernos progresistas, nunca les llegaron. No tienen acceso al Procrear, por ejemplo, y la vida diaria es igual a la de cualquier otro barrio popular. Yo los conozco desde hace 9 años y no ví ningun cambio: ni una calle nueva. Por eso planteamos que sin infraestructura estas comunidades tienden a desaparecer. Las nuevas generaciones no quieren saber más nada. Ven el sacrificio de sus padres y que siguen siendo pobres. Entonces dicen: 'por acá no va'—, comenta Federico di Pasquale, militante santafesino que ayudó en los primeros pasos de Amerindia Libre.
Fue en pleno 2020, cuando los primeros estragos de la pandemia obligó a muchas familias a resolver en conjunto el problema de qué comer. La propuesta fue abrir una copa de leche, iniciativa que se materializó con colectas y rifas solidarias. Luego se sumó di Pasquale.
—Yo no los organicé —aclara de entrada—. Lo que hice fue ayudar a armar una estructura organizativa, a conseguir recursos porque estaban trabajando solo con donaciones.
Cuando lograron garantizar las raciones del merendero, sumaron un comedor. Y si bien sostener ambos espacioes sigue siendo arduo, la idea actual es sumar una estructura de trabajo: "Mas que nada porque tienen una buena cantidad de hectáreas para laburar, y sin embargo muchos se quejan de que no hay trabajo. Esto porque la mayoría son peones golondrinas, que viajan cuando hay cosecha, o laburan en la construcción o en servicios de cuidados. Es comenzar a pensarse como campesino o pequeño productor", señala di Pasquale.
Los mocovíes radicados en el Gran Santa Fe son oriundos del norte provincial y del sur de Chaco. Según un informe realizado por alumnos de quinto año de la Escuela 509 de Recreo, coordinado por las docentes Carolina Gareis y Lorena Pressacco, hasta 1940 el pueblo Mocoví fue desplazado en cruzadas como el Último Malón y la Masacre de Napalpí. Luego, hacia 1950, se desarrolló "en la zona norte de nuestra provincia la extensión de la producción agropecuaria", por lo que comenzaron a ser empleados como mano de obra barata para la deforestación y la agricultura.
Cardozo y Benzi agregan que, a partir de 1960, el aumento de la migración indígena hacia las ciudades formó parte de un "movimiento demográfico general cuyas causas más cercanas son las transformaciones socioeconómicas que trajo la expansión de la agroindustria, que destruyó las formas de ganarse la vida en el campo para los pequeños campesinos y asalariados rurales, entre los que se encuentra la mayoría de las familias indígenas".
La comunidad Com Caia se fundó el 25 de mayo de 1990. Inició entonces la lucha por la tenencia de sus tierras, hito logrado en 2008 con la cesión firmada por la gestón Binner. Aquel primer respaldo oficial posibilitó nuevos vínculos con dependencias del Estado que aún mantienen asiduo contacto y espacios de trabajo, como en el caso del Inta. Además se concretaron las primeras conexiones de luz y se levantó un dispensario y hasta una escuela.
Pero la precariedad siguió prevaleciendo en el cotidiano. A las "condiciones estructurales nunca resueltas", como el incompleto tendido de servicios básicos, di Pasquale resalta las rencillas hacia dentro de la comunidad, en particular entre la actual cacique y su antecesor: "Si el gobierno de la comunidad no está de acuerdo con un reclamo, no se puede traccionar", explica el militante sobre las dificultades que el hecho acarrea.
—Nosotros no tenemos ningún problema con nadie pero la comunidad no se puede levantar a través de enojos o iras—, aporta Lugo.
Una dificultad concreta se dio con la falta de comida para garantizar las raciones de comida, que derivó en el cierre de un día del merendero. Fue en tal marco que Amerindia Libre se contactó con el Movimiento Evita, con quienes trabajan desde entonces para garantizar las raciones, pero además para levantar una estructura productiva que les permita generar fuentes de trabajo genuino.
—La comunidad tiene una cantidad enorme de hectáreas, pero mal utilizadas. Muchas están subalquiladas a terceros para que cultiven soja. Son unas 10 hectáreas las que hoy trabajamos, aunque buscamos que sean más—, cuenta Federico di Pasquale.
Tal es el literal suelo fértil sobre el que se levantan las aspiraciones campesinas de Amerindia Libre. Su primer paso fue la construcción de un invernadero, y la idea ahora es "gestionar otro proyecto a traves de la Secretaría de Agricultura Familiar para acceder a un tractor y gallineros móviles".
—Pero es necesario presentar requisitos, entre ellos un comodato o papeles referidos a la tierra que tenemos que negociar con la cacique para que la gestión no se licúe en su grupo—, grafica el militante.
—Necesitamos herramientas para salir adelante. Gente hay para trabajar. Nos dicen que estamos de arriba y es mentira. Venimos de una generación que siempre tuvo lo que necesitaba. Trabajó para sostenerse y no pedirle a nadie. Pero hoy no tenemos nada—, cierra Rosa Lugo.