En una semana, casi 36 millones de argentinos y argentinas estarán en condiciones de concurrir a las urnas para empezar a definir quién gobernará este indomable y maravilloso país a partir del 10 de diciembre de 2023, en una campaña electoral cuyo tramo final tiene a la provincia de Santa Fe como uno de sus epicentros. Son varias las razones por las que los precandidatos que, a priori, poseen mayor envergadura electoral, esto es Sergio Massa, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, incluyen en sus últimos esfuerzos proselitistas a estas pampas feraces y feroces.

La primera de ellas es bastante obvia. Con 2.818.280 electores, un 7,96% del padrón nacional, Santa Fe es la tercera jurisdicción del país, apenas por debajo de Córdoba y algo arriba de la pituquita ex Capital Federal. Al top del ranking, claro está, se ubica la imponente provincia de Buenos Aires, con 13.110.768 de potenciales votantes, nada menos que el 37.04% del total de la Argentina.

Cruzado por este componente cuantitativo surge con fortaleza creciente una presuposición: existe en Santa Fe una mayoría consolidada que es refractaria a cualquier cosa que huela a kirchnerismo, si no al peronismo en general. Esa hipótesis no es antojadiza ni mucho menos. Basta con observar que los frentes justicialistas nacionales fueron derrotados una y otra vez desde hace más de una década. Para encontrar la última victoria de ese espacio hay que remontarse a la descomunal elección de Cristina Fernández de Kirchner en 2011. Con muchísimo viento a favor se podrían computar también la primera vuelta de 2015 o las PASO 2019.

No es casualidad, en consecuencia, que Horacio Rodríguez Larreta haya pisado suelo santafesino este sábado. Y mucho menos lo es que Patricia Bullrich haga un símil cierre de campaña el próximo miércoles en Rosario, al calor del flanco en el que se siente más cómoda: ofrecer seguridad con fiereza en una ciudad estragada por la violencia narco.

Sergio Massa, por su parte, aterrizará en la provincia a principios de semana con la bandera de la producción y el trabajo. No está en sus cálculos, ni en los de nadie, conquistar un triunfo aquí sino más bien evitar que la derrota sea catastrófica, con una mella sustantiva en la cifra nacional. El temor de que las PASO santafesinas hayan sido un preludio existe y, como se sabe, el miedo no es zonzo.

Así, la campaña para las primarias transita su sendero final entre propuestas opositoras que parecen amenazas y un oficialismo enclenque que debe lidiar con su propia experiencia fallida de gobierno. Asediado además, para variar, por el Fondo Monetario Internacional. En ese sentido, vale señalar uno de los párrafos del entendimiento celebrado –es un modo de decir- hace una semana: “Por el lado del gasto, siguen siendo necesarios esfuerzos para (i) contener el crecimiento de la masa salarial, (ii) actualizar las tarifas de energía para reflejar mejor los cambios en los costos de producción, mejorando al mismo tiempo la progresividad del sistema; y (iii) fortalecer los controles de gasto a través de una asistencia social mejor focalizada y una mayor racionalización de las transferencias corrientes a las provincias y empresas estatales”. Aunque al FMI lo vistan de seda, FMI queda.

Además de los múltiples elementos que confluyen en el incierto humor electoral, algunos de los cuales ya fueron puntualizados en este espacio el domingo pasado, existe otro: se trata de una elección presidencial y en ella no suelen brotar las flexibilidades propias de los comicios legislativos. En criollo: cuando votás presidente elegís, en buena medida, como vas a vivir vos, tu familia, tus amigos. Tu país, en definitiva.

En tu nombre.