El acto de Cristina Fernández de Kirchner en Rosario, en el marco del 11º Encuentro Nacional de Soberanía Sanitaria, mostró a la flamante presidenta del PJ nacional ciertamente enfocada, al menos en lo discursivo, en la problemática cotidiana que padecen las mayorías populares en la Argentina de Javier Milei. No sólo hubo una previsible reivindicación de sus gobiernos sino que también existió espacio para la propuesta, como el desafío al presidente de que desregule la importación de medicamentos genéricos para bajar el insoportable precio de venta al público.

Había alguna expectativa, finalmente no cumplida, de que ejecutara uno de sus célebres latigazos retóricos sobre la interna del peronismo santafesino. Esa posibilidad se alimentaba de las picantes declaraciones de la actual conductora de La Cámpora en la provincia, Florencia Carignano, en la previa del mitin: mandobles contra Perotti por “votar con Pullaro” en la ley de reforma de la Corte Suprema y deseos de que “ordene estos desvíos como los que estamos viendo también en Santa Fe”. No ocurrió.

En el perottismo prefirieron, en líneas generales, guardar silencio. Pero hubo un tuit de la ex directora de la sede del Gobierno provincial en Rosario, Marianela Blangini, que resulta sumamente revelador del desagrado que provocó en ese espacio por la ofensiva camporista. Posteó una nota periodística cuyo título es “Cristina descongeló el pliego de Lijo y ordenó a Corpacci que firme” y disparó: “qué dirá @florcarignano”.

Debe decirse que la ex directora nacional de Migraciones se la dejó picando en el área. Más aún cuando su inmediato jefe político, Wado de Pedro, es el interlocutor del asesorísimo Santiago Caputo para la cobertura de vacantes en la Corte Nacional. De hecho, el propio ex ministro del Interior declaró públicamente días atrás: “Hay una negociación abierta por los candidatos” al máximo tribunal. ¿Por qué estaría bien pactar con Milei por los cargos en la instancia superior de Justicia y mal hacerlo con Pullaro por el mismo motivo a escala provincial?

La realidad es que los acuerdos políticos entre oficialismo y oposición, por el tema que sea, no son ni buenos ni malos per se. El carozo del asunto es si esos consensos se traducen en una mejora de la realidad efectiva de la gente o sólo se agotan en un intercambio de figuritas con intereses inconfesables en público. En este caso, si esos pactos elevan el pésimo nivel actual del servicio de justicia. En política, el jogo bonito puede ser agradable pero lo que de verdad importa es el resultado, para emoción hasta las lágrimas del doctor Carlos Salvador Bilardo.

Otro acuerdo de Cristina con Milei, tácito en esta ocasión, es la de polarizar entre ambos y no dejar que crezca el pasto alrededor de ellos. De allí los ataques y humillaciones presidenciales a Victoria Villarruel, Mauricio Macri, el radicalismo colaboracionista, los otrora bravíos gobernadores y el periodismo mainstream, et al. De allí la cotidiana e impiadosa limadura camporista a Axel Kicillof, único potencial candidato competitivo del kirchnerismo en las presidenciales de 2027, al menos por ahora.

Lo cierto, en síntesis, es que la figura política más relevante del siglo XXI sigue vivita y coleando, sin deseo alguno de retirarse a cuidar los nietos, pese a los innumerables intentos simbólicos y materiales de aniquilarla. La muerta que vos matáis goza de buena salud.