Saltó la ficha
Los acuerdos Milei-Cristina, a la vista con el episodio Ficha Limpia. Intereses concurrentes, razones lógicas. Macri, otra vez humillado. Su indignación moral, un chiste. El pacto de Santa Fe, la reforma constitucional que se viene. La crisis irresuelta del peronismo santafesino.
Surgen a diario evidencias de acuerdos a múltiples bandas entre el presidente Javier Milei y la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, sea por confluencia de intereses o por pactos hechos y derechos. La más nítida de esas coincidencias en los últimos días fue la caída de la sesión por la ley de Ficha Limpia, un proyecto macrista cuyo objetivo declarado es proscribir a la líder peronista pero cuyas ramificaciones van bastante más allá.
Las fuerzas del cielo evaluaron aspectos bien terrenales para retacear quórum. El primero de ellos, de corto plazo, fue no poner en riesgo la reelección de Martin Menem en la presidencia de la Cámara de Diputados, tras una advertencia del santafesino Germán Martínez, jefe del bloque justicialista. Otro, más táctico, es mantener con vida política a Cristina para polarizar con ella y que no quede nada en el medio, bajo la apuesta a su presunto techo bajo electoral. Finalmente, no darle la lapicera de las listas a los jueces que por esas cosas de la vida siempre fallan en línea con los deseos de Mauricio Macri.
Con toda la razón del mundo, el triángulo de hierro debe analizar que no hay, o no se conocen, demasiados magistrados libertarios a nivel federal, pero sí un montonazo de esos muchachos que jugaban al paddle con su aliado/enemigo. Y en las provincias, la sospecha de que los poderes judiciales no brillan por su independencia de los gobernadores ratifica ese esquema de pensamiento. Una miradita rápida a la Justicia santafesina corrobora la hipótesis.
La impostada indignación moral de Macri y los suyos es un chiste. Que Mauricio, el hijo de Franco, sea el abanderado de la lucha contra la corrupción es un fenómeno de estudio, solamente posible gracias a los buenos oficios de los sermoneadores profesionales de la tele, los mismos que después lloran cuando Milei los ataca. Para quien todavía crea que todo este asunto está impulsado por razones de ética pública, va un aviso parroquial: los Reyes Magos son los padres.
Ya se dijo aquí varias veces y se repetirá nuevamente: los acuerdos entre oficialismo y oposición no son ni buenos ni malos per se. Lo que importa, como siempre, son los resultados. La política es bilardista al extremo. Igual criterio corre para la reforma de la Constitución santafesina.
Debió ceder Maximiliano Pullaro y tendrá la obligación de estampar su firma para que la ley que declara la necesidad de cambio constitucional sea tratada en sesiones extraordinarias. Por esta vez, no consiguió alcanzar la meta a los empujones. Hubo abundante barullo interno en el frente Unidos, pero finalmente se ordenó.
Ni que hablar del peronismo. La queja de que los diputados y diputadas que comanda Omar Perotti se cortaron solos sería potable sino fuera porque los senadores justicialistas (et al) se cansaron de pactar por las suyas durante los años del Frente Progresista, incluida la sanción del presupuesto 2020 contra la opinión del gobernador entrante. No se recuerda que haya habido consultas al partido.
Lo que sí pone en evidencia la situación es la permanencia de la agudísima crisis de fragmentación que azota al peronismo santafesino desde alrededor de dos décadas. Ese espacio político es hoy, con mucho viento a favor, una constelación de intereses en muchos casos discordantes. La mejor prueba de ello fue la dislocada campaña electoral de 2023, con los resultados a la vista.
El kirchnerismo, la fuerza hegemónica del peronismo nacional desde 2003 hasta aquí, nunca pudo o supo hacer pie en Santa Fe. Tarea para la presidenta del PJ, a quien por ahora no lograron proscribir.