"Es sencillo cultivar en masa desde la agroecología"
Karina Argota es pequeña productora de Monte Vera desde hace seis años. Volcada a la agroecología, asegura que encontró un modo de trabajar la tierra en cantidad y sin demasiado gastos. Se muestra preocupada en cambio por la falta de dinero y de herramientas para afrontar posibles lluvias extraordinarias. "El Estado no está presente más que a través del Inta", asegura.
El sombrero de Karina Argota luce más pintoresco desde que no se ve obligada a combinarlo con la mochila para desinfectar verduras. Es rosado, de alas anchas y pantalla por los costados y por detrás. Ideal para tapar el agradable pero picante sol de las once de la mañana de este septiembre monteverense.
—Hace seis años que trabajo en este campo y lo cultivo desde la agroecología —cuenta Karina a modo de bienvenida—. Toda la verdura la comercializo a través de la Cooperativa de Quinteros. Así que trabajo poco porque esta tierra viene manteniéndose sana. Ya no necesito ningún químico ni un abono, nada. Únicamente bosta de vaca y de gallina, lo necesario para el alimento de una planta. Nada más.
La chacra tiene una hectárea y está dividida en una veintena de parcelas cuyo cultivo va rotando de acuerdo al estado del suelo y de la estación del año. No es suya: paga el alquiler a un privado.
Está pegada a la quinta de su hermano, también de una hectárea, de la que funciona como separador una bomba de agua ubicada en el centro de un amplio terreno que las abarca y que está delimitado por alambrados.
También a media altura pero sobre el extremo oeste hay un pequeño ranchito en el que vive uno de sus ayudantes.
—Estaba en la calle porque tuvo un accidente grave con un tractor. Lo dejé instalarse acá para que tenga dónde estar y qué comer, y de paso nos de una mano a mí y mi hermano. Hay varios en la misma situación por esta zona—, cuenta.
Karina cultiva verduras de diferentes variedades para su comercialización y también suculentas, flores y yuyos que siembra en parcelas separadas o entre cultivos. Los utiliza para vender, renovar la tierra o atraer y espantar bichos.
La arveja es más grande que una bolita de paraíso y se destaca por el crujir en su masticar. Es más dulzona que la de lata y bien podría funcionar como snack para quien no tolera el maní.
—La verdura agroecológica conserva todas las vitaminas y no lleva tanto veneno. También es más barata. No sé cuánto están los precios de verdulería pero sí escuché que están caros. Por eso los pequeños productores podrían volcarse a la agroecología.
—¿No requiere de un proceso más complicado?
—El pequeño productor debe saber que es sencillo cultivar en masa desde la agroecología. Se puede producir en cantidad cuidando la tierra en sus principios, a punto tal de que mi tierra este año no tuvo que ser curada. Estoy produciendo sin tener una mochila en la espalda y sin tratar la verdura con mis preparados. Hay que incentivar al productor a volcarse a la agroecología porque también es barato y no lleva tanto veneno, que también está muy caro.
Ser pequeña productora
Karina Argota tiene la certeza de que no volverá a trabajar bajo patrón. Lo ve como un crecimiento generacional. “Es lo que hacían nuestros padres”, explica.
Cultiva la tierra que alquila y su jornada de trabajo varía entre las dos/tres y ocho/nueve horas al día, depende del trabajo por hacer y de sus ganas.
Vende verdura de hoja que comercializa en la feria de la Cooperativa de Quinteros ubicada al lado de granja La Esmeralda, detrás de la estación de servicio. Asegura que puede comprársele un bolsón por 600 pesos.
Dice: —Es posible porque pudimos sacar el intermediario, que es la persona que nos compraba la verdura en la quinta y la llevaba al Mercado de Prodcutores. Nos pagaba la mitad. Si una achicoria estaba mil pesos las docena, él nos daba 500. Por lo general los puesteros del mercado no son productores. En cambio vamos a la cooperativa y la vendemos directamente, a ese mismo precio o incluso más bajo. Cortamos el lazo con el intermediario.
Las complicaciones pasan en cambio por la escasez de dinero y por la falta de insumos y herramientas para desarrollar las actividades cotidianas. Entiende que se debe a su condición de pequeña productora.
—La situación es muy difícil, más para un pequeño productor porque tenemos que alquilar las máquinas y las tierras. Y todo viene subiendo su precio. Seguimos vendiendo en pesos cuando las semillas están en dólares.
También mantiene abiertas sus expectativas por lo que sucederá con las “abundantes lluvias” que promete El Niño.
—Estamos en una situación de pensar en qué producir o ver qué hacer. Con este clima que dicen va a ser lluvioso se complica porque algunas tierras son bajas y no vamos a poder producir. Además todo va a estar mucho más caro. Vamos a tener que sostener el pago del alquiler, ¿de dónde vamos a sacar el dinero?—, señala Karina.
También asegura que en esta zona el Estado no se hace presente más que a través del Inta: “Con el Inta tenemos la única ayuda que es de talleres. También nos dan la semilla de temporada, que a veces no sirven porque no es lo que las personas consumen”, dice.
Y explica: —Pasa con la remolacha, donde tenemos que comprar otra importada y de buena vista para poder venderla. La que nos da el Inta es la común que tiene mucha raíz y la gente no la compra.
Cuando termina el recorrido por los cultivos son pasadas las doce del mediodía y los pies llevan solos hacia la sombra de un árbol. Mientras se camina al fresco alivio, Karina se detiene a cortar un abundante ramo de hojas crespadas y verdes, con detalles violetas.
—Únicamente recomiendo consumir repollo ahora, en esta temporada, porque luego cuando llega el tiempo de calor muchos campos fumigan todas las semanas y está re contaminado. Estás comiendo veneno —cuenta mientras termina de realizar su faena y para matar el silencio del rato.