La política argentina y su variante santafesina ofrecieron otra semana burbujeante con varios episodios que hicieron las delicias de la familia nacional, en una serie que lleva varias temporadas intensas aunque ninguna con el colorido de 2024.

Finalmente, el arco no peronista logró su cometido y convirtió en la ley la Boleta Única de Papel para cargos nacionales, con el objetivo nítido de complicarle la vida al justicialismo, más allá del palabrerío con pretensiones republicanas que sirve de maquillaje. En palabras de María de Avellaneda en el programa de Mirtha: dejen de actuar, nadie les cree.

Esa parafernalia retórica produjo en la otrora provincia invencible una declaración cuya singularidad no se destaca por su forma sino por el contexto histórico reciente que atraviesa su contenido. El día de la aprobación de la BUP, la vicegobernadora Gisela Scaglia publicó en la red social X: “Los santafesinos sabemos de qué hablamos cuando decimos Boleta Única. Gran logro para Argentina que tendrá un sistema electoral más transparente. La Boleta Única es justa, evita fraudes, es menos costosa y le permite a todos los partidos, candidatos y ciudadanos encontrar su lista en el cuarto oscuro. Después de muchas batallas le dijimos basta a los sistemas que atrasan”.

¿Qué es lo curioso del asunto? Que en las tierras del Brigadier, el peronismo viene perdiendo sistemáticamente las elecciones generales nacionales desde 2011, con la solitaria excepción de la primera vuelta de 2015. La seguidilla incluye los comicios de medio término de 2021, en donde el propio -por entonces- gobernador Omar Perotti puso su nombre y su cara en la boleta. ¿Dónde está entonces el fraude?

Pero hay algo aún más simpático. En lo que va de este siglo que no es precisamente de las luces, sólo hubo dos ocasiones en las que revoloteó el fantasma de la manipulación espuria del escrutinio. Lo agitó el PRO, el partido de Scaglia, cuando su candidato Miguel del Sel fue derrotado por ajustado margen por su socio de hoy, el Partido Socialista, en cabeza de Antonio Bonfatti y Miguel Lifschitz. Ya estaba en vigencia la celestial Boleta Única.

No importa. Se puede decir cualquier cosa porque total es gratis. Se vive un tiempo alérgico a los hechos concretos y a los datos verificables. Con la reforma previsional santafesina ocurre otro tanto. En medio de los rechazos judiciales a los planteos de Amalia Granata y un sindicato municipal, y la aprobación de la versión taquigráfica de la escandalosa sesión en la que el ajuste jubilatorio fue convertido en ley, el ministro de Gobierno e Innovación Pública Fabián Bastía insistió con uno de los argumentos oficiales preferidos: “fue en beneficio de los empleados y jubilados públicos porque si no la Caja se iba al Anses”. Enternecedor.

Según el senador correntino Martín Barrionuevo, los envíos no automáticos de Nación a las provincias, que incluyen el financiamiento del déficit de las Cajas no transferidas como la de Santa Fe, se desplomaron en términos reales un 77% en el acumulado a septiembre en relación al mismo período del año pasado. Si se mira solamente nuestra provincia, la cifra asciende al 91%. ¿Por qué motivo, razón o circunstancia aceptaría la Anses libertaria que se le transfiera alegremente un organismo previsional en rojo?

Esta semana se desató también la segunda marcha universitaria contra el desangramiento presupuestario que propone la Revolución Liberal que lidera el profeta Javier Milei. Las herramientas discursivas que desplegó el oficialismo, ya sea a través del presidente, sus funcionarios o los Gordo Dan de la vida, fueron sorprendentemente jovatas. Minimizar el número de manifestantes, caracterizar a la movilización como “política” y enfocar los reflectores en Cristina Fernández de Kirchner es más viejo que la Escuela Austríaca.

Parece que anda medio vagoneta el buenazo de Santi Caputo, como se verificó en el plagio a The West Wing en el discurso del presidente en la ONU. Si se tratara de un examen universitario, ya que estamos en el tema, tanto Milei como su asesorísimo se habrían comido una bola grande como una casa. Un bolazo, a tono con la época.