Las estelas del veto del profeta Javier Milei a la movilidad jubilatoria y la reforma previsional del gobernador Maximiliano Pullaro se mantienen vívidas en el espeso aire político y social de las últimas semanas. Más aún, amenazan con extenderse durante un tiempo bien por fuera de lo conveniente para ambas administraciones.

Es notorio que el asadito del líder anticasta con los 87 “héroes” que consolidaron el bloqueo a una muy modesta reparación de las jubilaciones cayó, en líneas generales, pésimo. Tanto que el asesorísimo Santiago Caputo filtró que el cónclave gastronómico en Olivos no fue idea suya. El episodio se produce, además, en medio de un desplome de la imagen de Javier Milei y su Revolución Liberal, según amplia coincidencia en el mundo de las encuestas. El consultor Raúl Timerman lo sintetizó con una frase tan certera como demoledora: “La esperanza se termina con el último paquete de fideos”.

En la Casa Gris, mientras tanto, trazan un balance positivo del tratamiento rápido y furioso de la reforma de la Caja de Jubilaciones y Pensiones de la provincia. Consideran que el trámite exprés de apenas dos semanas permite dar vuelta rápidamente la página y que este ajuste despeja el horizonte fiscal. Apuntan también que los incidentes fueron menos graves que en otras ocasiones similares: la emergencia de Carlos Reutemann 1.999, con decenas de heridos, y la ley previsional de Mauricio Macri en 2017, con 14 toneladas de piedras contra el Congreso. Comentario al margen sobre el último caso: ¿quién y cómo las habrá pesado para tener semejante precisión?

Hay, sin embargo, algunos elementos que permiten matizar el cálculo oficial. La reunión del gobernador con la bancada socialista es sintomática. El protagonismo determinante de la presidenta de la Cámara de Diputados, Clara García, y el titular del interbloque oficialista, Pablo Farías, en una votación como mínimo desprolija genera lamentos en sordina dentro del partido de la rosa. Ahí fue Pullaro a contener a sus aliados, a quienes precisa como el oxígeno que respira. Al menos por ahora.

Otro dato muy revelador en el mismo sentido surgió a partir de la presencia de Amalia Granata y su tropa en el Palacio de Tribunales de Santa Fe, quienes hicieron una presentación para que se declare nula la aprobación de la reforma previsional. Además de la ovación que le regalaron los empleados judiciales, rápidamente viralizada, se desató una reacción subterránea: los medios más poderosos de la provincia recibieron insistentes sugerencias sobre la inconveniencia de darle cobertura a la movida de la ex panelista. Alerta celeste, en este caso.

Con modos más sistémicos, el peronismo santafesino con representación legislativa también se las ingenió para propinarle un par de sonoros chirlos al oficialismo. El viernes, el interbloque justicialista ingresó una nota dirigida a Clara García en la cual se le pide que ponga a disposición el acta de la polémica sesión y la versión taquigráfica. Tiene varios efectos: evidencia que esos documentos trascendentales curiosamente aún no aparecieron, anticipa eventuales acciones contra el proceso parlamentario “viciado” y se diferencia de los modales granatistas.

Además, se anotó como un gol en el peronismo el pedido público de la presidenta del bloque perottista, Celia Arena, para que Pullaro retire su firma del Pacto de Mayo, tras la exigencia de Milei de que las provincias se ajusten en 60 mil millones de dólares, en línea con el punto 3 del acuerdo. El gobernador quedó enredado entre su resistencia al reclamo presidencial y su respaldo a la demencial pretensión de bajar el gasto público a 25 puntos del PBI. El equilibrismo es un arte complejo.

Lo barato sale caro, reza el dicho popular. Está por verse si el refrán se ajusta a los recientes eventos. El tiempo laudará, inexorablemente.