Radicada en su lugar natal, Humboldt, María Rosa Pfeiffer va y viene de la ciudad de Santa Fe varias veces por semana. Desde el 2020 pandémico y en la virtualidad, acompañó a Edgardo Dib en la escritura de “El hilo azul”, la obra que estrena este viernes en La Treinta Sesenta y Ocho. La puesta, con dirección general de Dib, nació de algunos monólogos escritos por él para practicar a la distancia junto a estudiantes del Taller de Actuación del profesorado de la Escuela de Teatro. Pfeiffer se sumó luego al acompañamiento de la escritura dramatúrgica, en un largo proceso atravesado por la pandemia, e integra a su vez el elenco.

Las escenas tomaron forma durante los períodos de aislamiento, en un ida y vuelta de conversaciones a la distancia y videollamadas. Así es que el recorte de la cámara y el diseño de mosaicos del zoom atraviesan, realmente, las pantallas, y se mezclan con una estética minimal que pone a los cuerpos y a las actuaciones en el centro de la escena.

En diálogo con Santa Fe Plus, antes del estreno, Pfeiffer reflexiona sobre la tarea creativa de la obra, marcada por la necesidad de cuidado y la dificultad del encuentro en los momentos de mayores restricciones sanitarias. Más allá de todas las dificultades de un tiempo crítico para el sector, afirma, “el teatro siempre nos permite rescatar lo bello de lo terrible, nos da la posibilidad de encontrar la belleza”.

Por teléfono, al igual que una de las líneas que tensan la trama de la obra, la actriz, dramaturga y directora de reconocida trayectoria en la escena regional y nacional adelanta algunos detalles de “El hilo azul”. Un hilo con algunos misterios, que por momentos es comunicativo, otras afectivo y otras, cuerda poética, entre los personajes y sus historias a través del tiempo.

¿Cómo fue el armado de la obra?

El gran desafío llegó después de haber ensayado tanto tiempo por zoom y vernos las caras de la cintura para arriba, teniendo que poner toda la energía en el texto, en las intenciones y emociones, pero prácticamente sentados. Fue también un gran descubrimiento. Edgardo tiene una particular actitud para valorar y rescatar de los imposibles cosas que son realmente creativas. En esta puesta, él traslada a la escena todo lo que vivimos en ese contacto a la distancia. Todo pasa por la actuación, y como la obra trata de una epopeya familiar, trabajamos mucho con profundizar sensaciones, más allá de que el lenguaje es muy poético y tiene algunas aproximaciones al realismo mágico. Los actores, y creo que el público también, se identifican con estas historias que tienen que ver con el alma humana.

El hilo hace pensar en la línea telefónica, ¿qué más?

Hay un ida vuelta entre 1970 y el 2010, así que se tocan temas muy comunes a una generación. Es el hilo del teléfono y de las comunicaciones y de cómo fueron cambiando desde aquellos años hasta ahora. Por otro lado, tiene que ver con el hilo de la historia, cómo se enlaza una escena y un personaje con otro, en un tejido de los lazos familiares, que pueden anudar o enredar a otra gente, los hilos de las tristezas, alegrías y dolores.

¿Cómo trabajaron el texto?

Cuando Edgardo comienza a escribir la obra, nos comparte algunas escenas a Raúl Kreig y a mí, y me encantó. Trabajamos algunas cosas muy pequeñas y otras estructurales, construcciones de las escenas y palabras más y palabras menos. Hicimos un trabajo de bordado fino. Puede haber algo de Chéjov, que a Edgardo y a mí nos ha marcado mucho; y algo de García Márquez, porque estamos contando una historia familiar con idas y vueltas y un poco de realismo mágico -el azul es algo que se devela en la escena, por ejemplo-. Más allá de los climas, creo que las obras que escribimos, en las que actuamos o las que dirigimos, siempre nos enlazan a actores, asistentes, dramaturgos, de alguna manera vamos contando nuestra vida a través de las obras que hacemos. Justamente, hace poco le decía a un amigo, creo que si alguien tomara nuestros curriculums e hiciera una lectura, de quienes hacemos teatro, podría tener una radiografía de nuestras vidas. Siempre que hacemos una obra nos toca por algo, como en una gran constelación. Quizás porque hace muchos años que mi vida está en el teatro, aparecen estas reflexiones a la distancia.

Raúl Kreig, Alejandrina Echarte, Luchi Gaido, Vanina Monasterolo​ y José Pablo Viso completan el elenco de la obra. Dib se encargó, además de la dirección general, del diseño del espacio escénico, la iluminación, la banda sonora y del diseño gráfico junto a Echarte, quien a su vez hizo la realización gráfica.  El vestuario y la producción son trabajo de todo el equipo, la fotografía de Martín Bayo y en la asistencia de dirección está Rubén Von der Thüsen.

La temporada de estreno incluye funciones para el domingo 21, el lunes 22, el viernes 26, el domingo 28 y el lunes 29 de noviembre; y los lunes 6 y 13 de diciembre. Muchas de las localidades ya están agotadas, por lo que se recomienda adquirir las entradas con anticipación para ver esta obra de “entretejidos, anudados, enlazados, enredados por un hilo de azul vida”.